En otra vida - El mesón de las animas

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Andrea iba a impedir por cualquier medio que Kara y Lena se escaparan juntas.

No sabía cómo, pero no le iba a importar si para lograrlo, tenía que sacrificar la vida de quien fuera.

°°°

Los amigos de Monel lo llevaron una noche al burdel más famoso de la ciudad para celebrar sus últimos días de soltería. Le tenían preparado el mejor regalo que según ellos, podía encontrar en toda la ciudad, y quizá, tenían razón.

El lugar estaba lleno.

Algunos de los hombres más ricos y poderosos de todos los alrededores estaban reunidos ahí. En cuanto Monel entro, se dio cuenta de que aquel sitio no era un simple burdel. El lugar estaba abarrotado de lujos, excesos de todo tipo y mujeres hermosas. Chicas que harían cualquier cosa por unas cuantas monedas.

Obligadas a exigirse y a fingir que disfrutaban de todo entre los brazos de hombre decrépitos y lujuriosos.

La verdad era que a Monel no le agradaba mucho visitar ese tipo de lugares, pero fue demasiada la insistencia de sus amigos como para poder zafarse. Sobre todo, porque él nunca había tenido que pagar para que una mujer se entregara a sus brazos y caricias. Era algo que no necesitaba.

Dos chicas se lanzaron a sus brazos de inmediato, le dieron un trago de vino y lo dirigió entre besos y caricias a la mesa principal del lugar, justo delante del escenario.

Sus amigos lo acompañaron rodeados de mujeres y risas, mientras bebían vino y manoseaban a cuanta hembra pasaba frente a ellos. Disfrutaron de todo por un rato hasta que de pronto las luces comenzaron a bajar su intensidad.

Una mujer, de edad un tanto avanzada se paró en medio del escenario. Estaba elegantemente vestida y Monel supo que se trataba de la dueña del lugar.

—¡Atención todos! — dijo la mujer y la mayoría guardo silencio. — Esta es una noche especial. Tenemos a un invitado muy distinguido entre nosotros esta noche. Un joven guapo y viril que, en poco, se unirá a las filas de los aburridos y tontos ingenuos que deciden casarse.

Algunos de los presentes soltaron carcajadas, aplausos y chiflidos mientras la luz del reflector apunto directo a Monel.

Él, divertido se puso de pie y fingiendo tristeza hizo una pequeña reverencia.

— Afortunadamente aun es soltero y por eso le preparamos la mejor de las noches en los brazos de ¡La corona de la casa! — el lugar estallo en gritos al momento que una pequeña y despampanante joven hizo su aparición.

Monel se quedó con la boca abierta y sin poder apartar los ojos de la joven que sensualmente se acercaba a él. Tragó saliva cuando la chica se sentó en sus piernas y comenzó a bailar. Le robo el aliento y la cabeza, dejo de escuchar las voces a su alrededor y disfruto de aquella muy grata sorpresa. Cuando probo los labios de la mujer que se estaba entregando a él, toco el cielo y con desesperación pidió una habitación para poder hacerla suya.

Andrea realmente había disfrutado acostarse con Monel. Definitivamente él era un hombre en toda la extensión de la palabra. La hizo sentir lo que ningún hombre antes y en aquella ocasión no fue un suplicio dejar que recorrieran todo su cuerpo y mucho menos sentirlo dentro de ella.

Le había encantado y eso tenía que reconocerlo.

— Entonces... ¿Cuándo te casas? — preguntó ella mientras seguía desnuda en la cama, envuelta ligeramente con las sábanas y miraba al joven vestirse.

— Dentro de tres días. — respondió Monel sin mirarla poniéndose los zapatos.

— Que lastima. De verdad que es una lástima. — la chica se escuchaba algo decepcionada.

Monel sonrió complacido, se recostó de nuevo en la cama y beso salvajemente a Andrea.

— Sabes que ese no es ningún impedimento para que tú y yo sigamos divirtiéndonos.

— Lo voy a pensar. — agrego ella sobre sus labios.

Monel continuó con lo que hacía y entonces ella inició su plan.

— Espero que a tu futura no le moleste compartir a su marido, así como a ti no te molesta compartirla a ella. — soltó el veneno mientras caminaba por la habitación con la sabana encima.

— ¿De qué demonios hablas? — pregunto él comenzando a enojarse. — Yo no comparto con nadie.

— Bueno, pues eso no es lo que se dice...

— ¡¿Y qué es lo que se dice?!— Monel tomó con fuerza a la chica de los brazos para mirarla a la cara. — ¡Dime que es lo que dicen!

Andrea comenzó a sentir miedo, la mirada de Monel era intensa y se empezaba a ensombrecer, pero ella estaba decidida a detener a Lena, así que reunió todo el valor que poseía y continúo hablando.

— Tienes una hermana, ¿cierto?

Monel abrió los ojos y soltó un poco los brazos de la mujer.

— ¿Eso que tiene que ver...?

— ¿Por qué esta tú hermana aquí? — pregunto Andrea con malicia.

En cuanto Monel comprendido la pregunta abrió grande los ojos.

— ¿Cómo lo...?

— Las personas son muy chismosas, ¿sabes? Y nada se les escapa.

Monel se enojó aún más.

— ¡Deja de darle vueltas al asunto y habla claro!

— Tu hermana y tu prometida tiene una relación demasiado cercana, ¿No lo crees?

— Ellas solo son amigas...— dijo Monel apretando los dientes.

— También se cuentan varias historias sobre tu prometida. Yo en tu lugar haría algo para evitar ser el más grande imbécil de toda la ciudad.

Monel perdió el control y se transformó en un monstruo. Tomó la primera silla que encontró a su paso y la lanzó contra una de las paredes destrozándola por completo. Luego volvió a sujetar a Andrea y la sacudió como a una muñeca de trapo.

— ¡Diem lo que sabes! ¡Ahora!

Andrea estaba paralizada por el miedo, y las palabras salieron atropelladamente de su boca.

— Se van a escapar, esta noche...

— ¡¿A dónde?!

— No lo sé. Pero en este momento deben de estar en una pequeña habitación en el peñón de las ánimas, a tres cuadras de aquí...

Monel arrojó a la chica sobre la cama y se fue hecho una furia y azotando la puerta de la recamara.

El peñón de las ánimas era un mesón para gente de cuna humilde y no era difícil encontrarlo. En cuanto Monel llego, exigió saber si dos chicas con las descripciones que dio se estaban hospedando ahí. La casera, asustada, le dio la llave de la habitación, evitando así que la matara. Corrió en la dirección que la temblorosa mujer le indico y no tardo en encontrar la habitación, pero no entro. Se quedo parado frente a la puerta y trató de ver algo por una pequeña rendija.

Quería estar seguro de que estaba ahí.


Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora