Él, es el alfa dominante más rudo y popular de la escuela. Capitán del equipo de futbol americano, y considerado el número uno en todo menos en el estudio.
Ella, una simple omega como cualquier otra tratando de sobrevivir la preparatoria. Reservada...
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Era la semana de las nacionales, el instituto era el anfitrión este año por lo que se empezaba a llenar de gente proveniente de varias áreas del estado a apoyar a sus equipos preferidos.
Cada día habría un partido entre los equipos de diferentes preparatorias para así empezar con las eliminatorias hasta quedar con dos equipos restantes para enfrentarse por el trofeo. Todos estaban emocionados por el inicio de los tan esperados juegos; todos menos uno.
Julián ya no sentía ese sentimiento de alborozo recorrerle el cuerpo como lo tuvo al inicio del semestre. Sonaría muy estúpido decir que todo fue por lo sucedido con aquella omega, pero desgraciadamente así era. Su lobo estaba decaído y dolido por no tener la presencia de su omega cerca. Era por esta misma razón que jamás se quiso enamorar. El amor siempre traía desgracias donde fuera que pisara.
—Hey, hombre, anímate. —Noah sacudió amistosamente sus hombros con una gran sonrisa. —Deberías estar contento en la semana más importante del futbol americano y más cuando estuviste esperando por este momento desde que entraste a preparatoria.
El azabache soltó un bufido al ver que su amigo no se inmuto por su presencia, simplemente seguía con la vista perdida en su casco como si este le daría las respuestas del universo. Noah entendía que su amigo estuviera dolido y odiaba verlo de esa manera. Era consciente de lo sucedido con su ex tutora y el cómo, locamente, eran pareja destinada, algo que tardo en entender sin que sonara tan desquiciado. Fue tan complicado creer que un cuento de generaciones pasadas fuera más que mitos.
— ¿Crees que este ahí?—pregunto con la voz apagada sin despegar su vista del objeto. —No quiero salir si no está ella ahí.
— ¿Dónde está el Julián que decía jamás enamorarse?—frunció el ceño, estaba harto de ver a su amigo de esa forma y no porque no le importará, simplemente no encontraba la manera de ayudarlo a entender que no era el fin del mundo. Esto era parte de vivir y de crecer.
—Tú no entiendes. —soltó molesto, mirando esta vez al azabache.—Tú tienes a tu omega al lado apoyándote. En cambio y-yo...
— ¿En cambio tu qué?—retuvo la mirada, no dejándose intimidar por aquel alfa terco. —Tú nos tienes a tu madre y a mí. Nosotros estaremos aquí para ti siempre. Para empezar, estas llorando por una ruptura temporal. —poso una mano sobre el hombro de su amigo como señal de apoyo. —Meztli pidió tiempo para sanar porque se preocupa por ti y no quiere arrástrate a sus problemas que no te incumben. Cuando esté lista podrán estar juntos.
— ¿Y qué tal si tarda demasiado?
—Ahí amigo mío, te darás cuenta si en realidad tu amor por ella es enorme como para esperarla el tiempo que sea necesario. —sonrió con tranquilidad. —Ahora lo que se, es que a ella no le gustaría verte de esta manera. ¿Qué no que esto lo hacías también para enorgullecer a tu padre?
Julián sonrió asintiendo, estaba dolido pero debía comprender que las cosas no siempre son sencillas. Se esforzó tanto para llegar a donde estaba y no dejaría que su lobo ni corazón roto le detuviera a cumplir su meta. Era su último año como capitán del equipo de futbol americano, su último como estudiante de esta preparatoria y ultimo para sentirse más cerca a su padre.
