A Elizabeth se le acabaron las palabras.
—Ayaka —la llamó Mitzuru —, voy a hacer una llamada y necesito que traduzca textualmente, cada palabra que... —dejó de hablar en el segundo que sintió la mano de Elizabeth sobre su manga.
—Perdóname —exclamó ella, no lloraba, pero por el carmesí en sus ojos, era evidente que estaba a punto de hacerlo—. Por favor, perdóname —insistió—. Tienes razón, no tengo razones para dudar de ti. Si tú me dices que era otro anillo, pues era otro y ya está—afirmó, después vio a Ayaka como si fuera gigante, como si le temiera—. Siento haberla molestado.
—Vuelva a su trabajo, por favor —le pidió Mitzuru.
Tras despedirse, Ayaka se marchó.
—Mitzuru, ¿por qué contrataste a esa mujer?
—¿Ayaka? —Elizabeth asintió—. Vino a pedir trabajo en el área de limpieza, pero ya que es japonesa y lleva cinco años viviendo aquí, la contraté como traductora.
—¿Ella vino?
—Claro.
—¿Para que necesitas una traductora?
—Para Hiashi. Se va a quedar un tiempo para saber todo lo posible de la aplicación.
—Él no parece necesitar ayuda con el idioma.
—Para aspectos más técnicos, sí la necesita.
—¿No puedes ayudarle tú?
—No —respondió con gracia—, yo tengo mucho trabajo y la verdad, no nos llevamos también como para pasar tiempo juntos, más del necesario, claro.
—¿Y no tenías a ningún otro?, ¿acaso no hay personas que manejen los dos idiomas aquí? —exclamó con un rostro enrojecido que deshizo la sonrisa de Mitzuru.
—Ya la contraté, Elizabeth. ¿Qué problema tienes con eso?
—No es que tenga un problema—aseguró, sin embargo, sus ojos esquivaron los contrarios—. Solo quiero entender, ¿por qué está ella aquí?
—¿La conoces?
—No.
—Entonces, ¿por qué es tan importante? —ella se tomó un largo tiempo en silencio y al final no dijo nada.
—¿Ella vino por su cuenta?
—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que vino por su cuenta, ¿quién crees que la trajo?
—¿Recuerdas que hace un par de semanas, se robaron mi celular?
—Aja.
—Al final, ¿qué pasó con eso?
—Nada. El ladrón iba con capucha y cubrebocas, no hubo forma de identificarlo—ella volvió a fijarle la vista.
—¿No te parece raro que entrara tan fácil al edificio, viniese directo a este piso y solo se robara mi bolso?
—Tal vez fue lo único de valor que encontró.
—Al inicio, no le tomé importancia porque no tenía mucho dinero, dejé la tarjeta en casa y tú me diste otro teléfono, pero entre más lo pienso, más me parece que... —lo miró atenta a su reacción como tratando de adivinar sus pensamientos, Mitzuru estaba tranquilo, ni siquiera parecía llevar encima todo el estrés de la junta próxima.
Pero Elizabeth estaba muerta de miedo, ¿y si el objetivo siempre fue su celular? La verdad era que, ella al igual que la mayoría de las personas en el mundo, cargaba todos sus secretos justo en la palma de su mano.
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Costo y Beneficio
RomanceCon el corazón roto y los bolsillos vacíos, Elizabeth lo ha perdido todo. Ahora, tiene solo 9 meses para cambiar su vida. Mitzuru es un hombre distante y frío que vive volcado por completo a su trabajo. Cautivado por la belleza de su nueva empleada...