Palaestra

66 3 0
                                    

Aquella mujer deslizó levemente la puerta de la habitación a la que había caminado, y miró en el interior de la habitación a una adolescente de cabello azul profundamente dormida, ignorante de lo que estaba por venir.

La sacerdotisa sonrió y luego esa sonrisa cambió a una cara llena de seriedad.

Cerró la puerta nuevamente y se dirigió a su propia habitación, ahí habían fotografías de ella con su esposo, del día de la boda de su cuñado y su amiga y muchas más de su juventud al lado de sus amigas... en su época de secundaria.

—Ikki, si sólo pudieras verla... ella es igual a ti en muchos aspectos—Dijo con sus ojos cerrados y acariciando la foto de ella con su esposo cuando aún eran jóvenes adolescentes jugando en los videojuegos y las cabinas fotográficas.

La sacerdotisa miró hacia el cielo, luego sacó su vieja pulsera/comunicador y llamó a sus amigas después de mucho tiempo.

—Chicas... Llegó la hora, ellas deben ir a "ése lugar", sus armaduras las están esperando—Dijo e inmediatamente colgó la llamada y sacó una maleta, empezando a empacar sus cosas, para luego dirigirse a la habitación de su hija.

—Reika... Cariño, despierta—Llamó la mujer.

La niña frunció el entrecejo y se levantó perezosamente, se frotó los ojos y bostezó en señal de su sueño interrumpido —Todavía es muy temprano mamá...—Reclamó la niña.

Rei le dio una leve sonrisa a su hija en respuesta —Cariño, empaca una maleta... Nos vamos de viaje—.

En otra enorme casa en Tokio, se encontraba una mujer rubia moviéndose de un lado a otro, empacando ropa y demás cosas necesarias, junto a una bolsa de viaje blanca que parecía algo vieja y gastada.

—Mamá, bua... Son las dos de la mañana ¿Qué estás haciendo?—Preguntó una jovencita de cabello verde alborotado vestida con una pijama rosa de gatitos.

La rubia miró a su hija y apreció su apariencia: su cabello verde y sus ojos azules "Eres idéntica a tu padre" pensó Minako con una sonrisa.

—Alice, cariño, vamos a irnos de viaje, empaca una maleta rápido ¿Sí?—Le pidió de forma dulce a su pequeña, y la peliverde miró a su madre extrañada, pero hizo caso y subió a su habitación por una maleta rosa con pegatinas de diferentes países que había visitado con los años.

Mientras que, en alguna parte de Grecia, una peliazul y su hija de cabello rubio tomaban sus cosas y empezaban un viaje por carretera.

—Natassia, cariño, sé que para ti es difícil tener que irte, pero debes entender... Es un viaje urgente, debemos irnos—Dijo la mujer y la rubia miró a su madre con evidente duda —¿Qué podría ser tan urgente que incluso tuviste que dejar tu trabajo?—Preguntó la chica y la peliazul miró al cielo con tristeza —Cuando lleguemos, lo entenderás...—Dijo Ami.

"Hyoga... ¿Cómo lo tomará nuestra hija?" Pensó Ami con tristeza.

Después de un día y medio de viaje, las tres mujeres se reunieron en unas ruinas a la falda de una montaña lejana.

—Ami, Minako, me alegro de verlas—Dijo Rei y ambas chicas sonrieron a su amiga —Lo mismo digo, Rei—Dijo Ami con una sonrisa.

En ése momento, llegó una chica de cabello rosa sujeto en dos coletas con odangos puntiagudos, bastante joven, a decir verdad, pero ciertamente conocida y a la vez, desconocida —Me alegra volver a verlas, chicas—Dijo aquella joven.

Las tres mujeres, voltearon en dirección a aquella voz y se toparon con aquella cara conocida y desconocida a la vez, a lo cual, sólo atinaron a ponerse a la defensiva y cubrir a sus hijas con sus cuerpos.

Omega MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora