Seiya

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Al correr lejos de la Torre de Babel, Usa se reunió con el grupo de caballeros que la acompañaron ahí, y tenía la intención de pedirles a todos que se fueran en dirección a Tokio de Cristal para resguardarse y resguardar a sus hermanos, cuando aquel caballero dorado la siguió hasta donde estaba.

—Maldición—Murmuró para sus adentros.

Koga estaba discutiendo con respecto a que él se quedara a distraer al caballero, pero Usagi miró a sus compañeras Sailors, quienes simplemente asintieron y dieron un salto, desapareciendo a pesar de que ella no quería dejar a sus hermanos solos...

Aunque, mejor dicho, se ocultaron de la vista...

Vieron que Yuna se marchaba junto a Aria y que todos los demás se quedaron, pero Para Para salió y convenció a las otras mujeres caballeros de que fueran con ellas, les entregó una pulsera/ comunicador e hizo que se fueran, quedando únicamente el grupo de caballeros de bronce conformado por Koga, Soma, Haruto y Ryuho.

Cuando el caballero dorado que los perseguía llegó, se identificó como Micenas de Leo.

Usa podría haber interferido en la batalla que se estaba dando lugar frente a sus ojos cuando Micenas derrotó uno a uno a cada uno de los caballeros de Bronce, hasta que Koga fue el único que quedó de pie.

Pero justo cuando Koga fue el único que quedaba, fue que aquel Cosmos, que era la presencia de aquel a quien más odiaba, el que se hizo presente en el campo de batalla.

Cuando Marte apareció y empezó a atacar a Koga, Usa pudo haber interferido, deseaba interferir y matar a Marte en aquel momento por la ira que la consumía por dentro, por los recuerdos de su infancia volviendo a ella como una enorme ola que sólo aumentaba el maremoto que era su ira y odio, pero algo le decía que debía esperar, que sólo debía esperar sólo un momento más...

Y justo cuando pensó que ya era tiempo de intervenir y mandar a Marte al Infierno a pagar por sus crímenes, el milagro apareció por sí solo en forma de un resplandor dorado...

Aquella armadura dorada que Usa conocía muy bien, aquel Cosmos tan grandioso, poderoso e imponente que le traía tranquilidad en momentos de tristeza y aquel que la impulsaba a levantarse otra vez y seguir entrenando, aquel que tenía un Cosmos lleno de luz, fue quien apareció para defender a su hermanito por ella, porque ella no debía luchar en aquel momento.

El cabello marrón alborotado, nada parecía haber cambiado en él, y ella sólo pudo sentirse feliz de que estuviera vivo, más que cualquier otro sentimiento, y antes de darse cuenta, había abierto sus labios para hablar...

—Papá...—Murmuró Usa y, a pasos temblorosos, salió de su escondite sin pensárselo dos veces.

La pelirrosa, al ver a su padre luchando contra Marte con la motivación de defender a Koga y a sus amigos, corrió en dirección a la batalla que estaban teniendo su padre y aquel que le arruinó la vida, que se llevó a su hermana, y en el proceso, a sus padres.

Ella sabía que estaba en medio de un campo de batalla, que no debía dejarse llevar por sentimentalismos semejantes en los que ponía su vida en riesgo, pero no le importaba, ella quería verlo, aunque sólo fuera una vez más, y corrió aún más rápido de lo que sus piernas temblorosas podían aguantar.

—Papá... Papá ¡Papá! ¡PAPÁ!—Gritó ella, con las lágrimas rodando por sus mejillas sin que ella pudiera evitarlo, mientras no dejaba de correr, llamando la atención de los dos combatientes al escuchar aquel último grito.

Sin embargo, el choque entre los puños de Marte y Seiya provocó un estallido que avanzó lento sobre aquel lugar en el que, alguna vez, se alzó el majestuoso Santuario, pero antes de que la explosión lo alcanzara, el caballero dorado de Sagitario miró a la chica pelirrosa que corría hacia él, pues aquella voz madura lo llamó de una forma que él no había escuchado hacía mucho tiempo...

Al girarse y ver el familiar cabello rosa y aquellos ojos rojos idénticos a los suyos, sólo pudo abrir sus propios ojos rojos con sorpresa y mirar a aquella hermosa y madura joven que había crecido con los años antes de abrir sus labios para llamarla —Pequeña dama...—Dijo sorprendido.

Marte, igualmente sorprendido, volteó en aquella dirección y Koga, reaccionando por la voz de su amiga y compañera de armas, se levantó levemente y vio a Usa usando un vestido largo de color rosa, con la marca de luna creciente sobre su frente y usando algunas joyas que él estaba seguro que había visto en sus sueños, cuando una mujer de largas coletas, cuyos rasgos no podía definir muy bien, lo llamaba con dulzura y después se desvanecía en luz blanca.

—Tú eres...—Fue lo que alcanzó a decir Marte antes de desaparecer en la explosión, mientras que el caballero dorado de Sagitario sólo alcanzó a lanzar algo a la joven antes de ser tragado por aquella misma explosión, causada por el choque entre luz y oscuridad.

Omega MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora