Preocupaciones

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Ella sabía a dónde dirigirse, debía hacerlo ahora o no lo haría cuando tuviera que contar la verdad a Ryuho, a Mako y a...

A su hermano, a Koga.

Avanzaba, dando saltos increíblemente altos y caía con gran agilidad para así volver a saltar y seguir con su camino a gran velocidad.

Siguió así hasta que llegó al aeropuerto más cercano que localizó.

"Gracias a los dioses siempre guardo mis papeles y el dinero en mi bolsa y no en luna pelota, sino estaría en grandes problemas..." pensó mientras sacaba su pasaporte y dinero para pagar su boleto.

—¿Hacia dónde quiere viajar?—Preguntó la chica que vendía los boletos —A Tokio, para hoy, por favor—Respondió ella con una amable sonrisa.

La señorita le dijo que sólo quedaban tres lugares en el vuelo para las ocho de la noche, pero Usa compró su boleto de todas formas y tuvo que esperar un par de horas para que llegara el momento de abordar su avión.

Cuando el avión despegó, ella miró hacia el horizonte, rogando mentalmente a los dioses para que protegieran a sus hermanos, que sus amigas estuvieran bien y por la pronta recuperación de Makoto y su madre, y después de un par de minutos de viaje, Usa se quedó dormida.

Cuando despertó aún era de madrugada, pero había llegado a la ciudad de Tokio, bajó del avión y se dispuso a caminar hacia el palacio de Cristal, pero una mujer que Usa pudo identificar como una extranjera la detuvo y le habló en perfecto japonés.

—Te sugiero quedarte a dormir un rato más, jovencita, no hay nada abierto en la ciudad a estas horas de la madrugada—La mujer no era para nada llamativa, sólo una mujer mayor que llevaba muchas bolsas y maletas y que estaba pagando por un cuarto cápsula al frente del aeropuerto.

Usa agradeció la amabilidad de la mujer, pero tenía dónde dormir y la estaban esperando, o eso fue lo que le dijo.

Se encaminó hacia el Palacio de Cristal con paso decidido, y al llegar abrió la entrada al Palacio y se apresuró a su interior.

Entró y, contra lo que esperaba, fue recibida por Diana, su gatita de compañía.

—Diana ¿Dónde estabas?—Preguntó ella, aliviada de verla en buen estado, a lo que la gatita sonrió inocente —Lo siento, regresé para reportar que se quedaría en Palaestra, pero nos acaban de informar que...—Dijo y Usa asintió, sabiendo lo que quería decir la pequeña gatita, para así seguir con su camino.

No pasó a la habitación en la que se encontraba su madre, le dolía tener que verla en esas condiciones en aquel momento, sino que fue a dónde descansaba el cuerpo inconsciente de la Sailor Scout de Júpiter.

Al llegar a dónde se encontraba, se sentó a su lado en un banco de piedra y la miró fijamente con preocupación y con dudas, diciendo a la Sailor Scout directamente —Makoto... tus hijos ¿Podrán verte así?—.

La Sailor Scout llevaba ropa de civil, la misma ropa con la que cayó presa de esa maldición de Cosmos de Oscuridad...

Se trataba un sencillo vestido verde de verano con lunares blancos y tacones blancos, pero lo que realmente le dolía a Usa era ver aquellas manchas oscuras que cubrían prácticamente todo su cuerpo y parte de su cara, mismas que se extendían desde su espalda.

Usa tomó la mano de la Sailor Scout.

—Makoto... si los pudieras ver... son idénticos a ustedes, tanto en apariencia como en personalidad, tienen tú sentido del deber...—Dijo Usa empezando a llorar —La encontré, Makoto... encontré a mi hermana, después de tantos años...—.

Omega MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora