Otro Secreto

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El Vizconde Roteschu se dirigió directamente al palacio para encontrarse con Rashta. Ella lo saludó con su habitual mirada de desdén, pero él la ignoró. No mataría a su gallina de los huevos de oro por un momento de enojo, mucho menos a una gallina que tenía al Emperador envuelto entre sus dedos.

Sin embargo, no importa lo impactado que estuviera el Vizconde Roteschu por los nuevos acontecimientos, no estaba tan impactado como Rashta.

«¿Por qué se reunirá la Emperatriz con Rivetti?»

Rashta exclamó sorprendida.

«No lo sé, pero vine aquí porque pensé que sería mejor informarte.»

Rashta hizo balance de esta nueva información y murmuró para sí misma.

«... La Emperatriz está investigando sobre Rashta.»

Estaba convencida de ello y nerviosamente se mordió el labio. Debería haber considerado que la Emperatriz husmearía, o que Rivetti iría tras ella. Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer a pesar de su ira.

«Mantenlos callados. Tanto a Rivetti como a Alan.»

Todo lo que pudo hacer fue presionar al Vizconde Roteschu.

«Por supuesto.»

El Vizconde Roteschu había venido corriendo hacia ella con noticias desagradables, y ahora tenía una gran sonrisa en su rostro. La ira de Rashta se encendió cuando la vio. Quería volcar violentamente todas las mesas y sillas de la habitación, pero el Emperador se enteraría si hacía algo así.

«¿Por qué todos molestan a Rashta? ¡Rashta solo quiere vivir una vida tranquila!»

Aunque el Vizconde Roteschu no tenía nada más que decir, no se fue.

«¿No te vas a ir?»

Rashta miró fijamente al Vizconde Roteschu. Usualmente le hacía demandas excesivas, ya fuera dinero, joyas, una gran mansión o dinero para contratar a más sirvientes. El hecho de que probablemente lo hiciera de nuevo hizo que su temperamento se elevara.

«Oh no. No te emociones demasiado.»

El Vizconde Roteschu sonrió y se acomodó aún más en su silla.

«No hay necesidad de apurarme.»

«¿Qué más quieres?»

«Hablas demasiado rápido, Rashta.»

«Eres demasiado lento, así que Rashta tuvo que apurarlo.»

El Vizconde Roteschu se encogió de hombros y fingió mirar a su alrededor, luego le preguntó si tenía un calendario.

«¿Calendario?»

Ella lo miró perpleja y él se echó a reír.

«La primavera es la temporada de debutantes, ¿no lo sabías?»

Ella lo sabía, pero desconocía el por qué lo mencionó.

«¿Y qué?»

Rashta lo miró con un presentimiento y él sonrió de nuevo.

«Tengo una debutante esta primavera.»

La expresión de Rashta se puso rígida. Podía adivinar a dónde iba esto.

Un debutante hizo su debut oficial en la sociedad en un baile, por lo que todos se vistieron de la manera más bella y costosa posible. El Vizconde Roteschu debe estar esperando que ella pague por un vestido.

«¿Ya gastaste todo el dinero que te di anteriormente?»

Rashta hirvió de irritación. Ya había recibido una gran cantidad de joyas como regalos para su bebé, por lo que esta vez no tendría que pedirle dinero prestado al Duque Elgy o al Barón Lant. Sin embargo, ya sea que tuviera dinero o no, no quería ser amenazada, ni ser forzada a darle un vestido a esa podrida de Rivetti.

La emperatriz divorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora