Negación

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Llamó a McKenna a su oficina en medio de la noche. Tan pronto como entró, le dijo,

«Creo que tenemos un problema.»

McKenna preguntó amargamente.

«¿Un problema a estas horas de la noche?»

«Está relacionado con el fenómeno de la disminución del maná.»

McKenna ladeó la cabeza.

«¿Cómo puede haber un problema?»

La lógica para robar el maná de los magos era sencilla. Sin embargo, era bastante difícil cumplir con las condiciones, por lo que normalmente las personas no se percataban de esa lógica tan sencilla. ¿No fue por un coincidente y terrible accidente en su infancia que Heinley también se dio cuenta de esas condiciones?

«Es por el collar de maná.»

«Ah.»

McKenna dejó escapar un leve suspiro.

«Aún no es seguro. Pero no hay ningún problema excepto por ese collar.»

«Entiendo.»

McKenna asintió y preguntó,

«Entonces, ¿debo ir allí a comprobar la situación?»

Quería aprovechar el ir a comprobar la situación para tomarse un descanso. El trabajo había sido pesado últimamente. McKenna se ofreció de nuevo como voluntario, admirando la excelente idea que se le había ocurrido.

«No hay nadie mejor que yo para hacer esto. Iré a comprobar si el collar supone un problema, Su Majestad.»

«Tienes que trabajar, McKenna.»

«...»

«Es broma. Llamarás demasiado la atención si vas. Ya has sido alcanzado por una flecha.»

Heinley, cuyas palabras fueron ambiguas entre la preocupación y la seriedad, lo pensó un momento antes de continuar.

«Me gustaría alguien que no llame la atención y sea prudente.»

«¿Qué te parece el cuervo? Es pequeño y rápido.»

«Está bien. Entonces envía al cuervo a comprobar la situación. Si realmente considera que nos descubrirán por ese collar, que haga lo que sea necesario para recuperarlo.»

«Sí.»

«Si no puede traerlo de vuelta, entonces que lo destruya.»

«Se lo diré.»

Como si el asunto hubiera terminado, Heinley se dio la vuelta después de dar unas palmadas a McKenna en los hombros.

McKenna siguió a Heinley, susurrando en su mente.

'La agenda de hoy también ha terminado. Volveré a casa, dormiré profundamente y le haré muchas preguntas a Heinley en mis sueños.'


Sin embargo, Heinley permaneció de pie frente a la puerta en vez de salir. Aunque sólo tenía que girar el pomo de la puerta, se quedó mirándolo con las manos abajo.

McKenna se acercó y preguntó,

«¿Qué ocurre, Su Majestad?»

Fue entonces cuando Heinley soltó un, «Ahh», con las comisuras de la boca curvadas. Eso fue todo. No hubo respuesta.

'¿Qué tiene de malo?'
McKenna miró el pomo de la puerta que miraba Heinley.

En cuanto se fijó en el pomo, McKenna gritó de inmediato, «¡¿Eh?!» El pomo de la puerta estaba blanco.

La emperatriz divorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora