Capítulo 33: Castigo

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Capítulo 33: Castigo

Eva Jenell

Sentí como todo mi rostro se puso rojo, mi respiración se volvió irregular sin poder creer lo que estaba ocurriendo y lo peor era que el doctor no dejaba de hablar mirando de mí hacia Federico, todos en la mesa completamente distraídos en distintos asuntos.

—Me gusta mucho atender un buen caso —decía el doctor mientras yo ahogaba las ganas de gemir y de moverme ante lo que me estaba haciendo este hombre debajo de la mesa—, dirigir una clínica no es fácil por eso es mejor tener gerentes que se encarguen del departamento...

Sentí que me apartó las bragas a un lado y ahora era su lengua la que me tocaba directamente toda mi zona sensible, moví mis manos sin saber qué hacer, si lo alejaba se darían cuenta, si decía algo se darían cuenta. ¡No podía hacer nada!

—Es una buena inversión —susurró Federico tomando mi mano sobre la mesa y yo aguanté las ganas de gemir y de retorcerme, su lengua haciéndome sufrir ante la rapidez con la que la movía contra mí, sentía un nudo en la garganta, mis rostro rojo, estaba que gritaba, lloraba o pataleaba no estaba segura.

Tomé de mi vino mientras ellos siguieron hablando y casi me ahogué cuando empecé a sentir que introdujo dos de sus dedos en mí, quise alejarme pero no tenía para donde moverme, Eros no paraba, y entonces supe que eso era lo que él quería, él quería hacerme venir frente a todo el mundo.

Y el muy maldito lo logró cuando yo aún cubriéndome con la copa en mi boca y con la mano de Federico sosteniendo la mía sobre la mesa, me estremecí y sentí el calor invadirme cuando temblé cuando presionó mi clítoris con su lengua. Que difícil era disimular un orgasmo, quería desmayarme o morirme ahí mismo, no estaba segura. Eros salió disimuladamente de la mesa como si buscara algo, el muy desgraciado tenía en ventaja la oscuridad de la noche y las personas distraídas, se sentó yo me quedé unos segundos con el rostro rojo intentando recuperar el aliento.

—¿Estás bien? —preguntó Federico de repente al notar mi respiración agitada.

—No —solté tal vez demasiado exaltada—, es... que creo que la comida me sentó mal, voy al baño.

Me levanté y fui al baño rápidamente, mi corazón estaba taquicardico, entré a la casa, sin embargo voltee a verlo sobre mi hombro para cerciorarme de que eso fue real y no fue imaginación mía, y me encontré con que Eros tenía la mirada fija en mí, oscurecida, mientras tomaba de su whisky lentamente, aún a la distancia sentía que su mirada me traspasaba, era la cara del diablo.

Entré al baño rápidamente mientras mi pecho subía y bajaba con rapidez, cuando de repente escuché la puerta, voltee observando a Eros entrar, pasándole el seguro.

—¡Estás demente! —solté.

Él sonrió; una sonrisa perversa que era capaz de congelarme mientras se acercaba determinadamente hacia mí, di unos pasos hacia atrás para guardar distancia pero él no detuvo su paso y yo terminé pegada de la pared con su cuerpo aprisionándome.

—¿De qué sirve una aventura si no se puede cometer locuras? —susurró inclinándose sobre mi boca y entonces me besó sin esperar respuesta o pedir permiso, tomando lo que quería, mordió mi labio inferior y entonces sus labios se deslizaron por mi cuello mientras decía en un rugido:

—Ese maldito escote me ha vuelto loco toda la noche.

Bajó el escote de mi vestido exponiendo mis pechos y fue a por uno besando mi pezón mientras su lengua se deslizaba en una caricia torturante y me acariciaba mi otro pecho con su mano encajándolo en su mano y masajeandolo para luego cambiar su lengua al otro pezón, no podía parar de jadear mientras le acariciaba el cabello y echaba mi cabeza hacia trás.

La venganza del rey (+21) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora