Capítulo 61: Ataque del reino

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Capítulo 61: Ataque del reino

Eros Dunkel

Muchas cosas estaban sucediendo en cuestión de horas, y aun no obtenía respuesta del secuestro de mi hija, y para empeorar la situación recién hablaba con uno de los guardias que me decía que no había visto a Eva y que tenían su habitación custodiada sin explicación aparente.

Mi teléfono sonaba, lo alcé al ver el número privado, fruncí el ceño, cuando iba a cruzar el pasillos hacia las escaleras para ir a ver a Eva, me frené en seco cuando vi a Federico venir en dirección contraria casi chocando conmigo, ambos nos detuvimos en seco y noté esa irritable sonrisa en su boca de autosuficiencia.

—¿Vienes a ver a mi prometida? —preguntó.

¿Su prometida?

No le respondí y él continuó diciendo:

—Ha aceptado mi mano, nos vamos a casar.

No pensé que escuchar esas palabras pudieran molestarme tanto, pero lo hicieron, no podía encajar las en mi cabeza, Eva no quería casarse con él, ¿por qué aceptaría esto? No tenía sentido. Mucho menos tenía sentido qué Federico me echara en cara tal cosa si nos había encontrado follado, él mismo nos vio.

Apreté la quijada, mi rostro enrojeciendo en cuestión de segundos.

—Cuando pienso que eres estúpido —dije— vas y te superas, no tienes dignidad.

Él no borró esa fastidiosa sonrisa de su cara.

—¿Te duele que yo si pueda tener más posibilidades que tú? Supongo que te molesta él hecho de que tú esposa sea una inútil que se volvió estéril y se acuesta con tu mejor amigo.

Apreté los puños, lo peor de esto era que él tenía razón.

Federico alzó una ceja y continuó diciendo:

—Además de que la putita que tenías, ahora será mía, Uhm dulce Eva, con un vientre fértil que me asegurará el trono.

Sentí que me salieron humo de los oídos, sin pensar lo agarré del cuello y lo pegué de la pared.

—No la llames así. —repliqué furioso.

Él se río entre dientes.

—¿Te gusta, cierto? Te gusta esa puta, eso es lo que es ¿pero sabes qué es lo mejor? Que será mi puta.

Sin detener el reflejo de mi puño lo golpee en el rostro, y Federico cayó en el piso, un hilo de sangre escurrió de su labio inferior y empezó a reirse.

—Eres un enfermo. —solté— ¿Cómo pretendes heredar el trono si la última carga te la robaron? Te roban en tus narices.

La sonrisa se le borró.

—¿Cómo lo sabes? —cuestionó.

—Aquí todo se sabe. —respondí.

Él limpió su labio inferior y dijo se manera más seria mientras se sentaba en el suelo:

—Hay espías, es imposible que los rebeldes supieran que ese cargamento iba con insumos.

De eso no me cabía dudas.

—En un país lleno de necesidad, no hay que pensar mucho para atacar cualquier cargamento que va al extranjero. —respondí sabiendo que los rebeldes estaban tomando cada vez más fuerza.

Él estrechó los ojos ante mis palabras, no estaba en nuestro vocabulario defender ni justificar a los rebeldes, ni siquiera el hecho de entenderlos, aquí solo nos encargabamos de producir y pagar deudas no de comprender al maldito pueblo. Por eso ahora el pueblo estaba en contra del reino.

La venganza del rey (+21) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora