cap 34

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Un día, mientras estaba en casa, escuché el timbre. Pensé que tal vez mi madre había olvidado sus llaves, así que corrí hacia la puerta, esperando encontrarme con ella. Pero cuando abrí la puerta, mi corazón se hundió al ver a mi padre de pie allí, con una expresión dura en su rostro. Su presencia era como un golpe en el estómago, un recordatorio de todo lo que había tratado de olvidar y superar.

-¿Dónde está tu madre? -preguntó, su voz fría y autoritaria.

Me quedé congelada, sin saber qué decir. Las palabras se me atascaban en la garganta, y todo lo que pude hacer fue mirarlo, sintiendo el terror crecer dentro de mí. Su mirada se endureció, y antes de que pudiera reaccionar, levantó la mano y me abofeteó, no con suficiente fuerza para derribarme, pero lo suficiente para hacerme sentir el dolor y el impacto.

-Te hice una pregunta -repitió, su tono más amenazante.

Sentí las lágrimas arder en mis ojos, pero me obligué a mantener la calma. No podía mostrarle lo asustada que estaba. Sabía que eso solo lo haría sentirse más en control.

-Ella... ella está haciendo unos recados -logré decir, mi voz temblando.

El silencio que siguió fue insoportable. Podía sentir su mirada fija en mí, evaluándome, juzgando cada palabra y cada gesto. Finalmente, asintió, aunque no pareció convencido.

-Voy a esperar aquí hasta que vuelva -dijo, entrando a la casa sin esperar una invitación.

Lo seguí con la mirada, mi mente corriendo a mil por hora. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo podía protegernos a mi madre y a mí de él? Sentí una oleada de impotencia y miedo, pero también una chispa de determinación. No podía dejar que él volviera a controlarnos. No esta vez.

Mientras él se instalaba en la sala, intenté pensar en un plan. Necesitaba avisarle a mi madre, pero no podía hacerlo sin que él se diera cuenta. Y luego estaba el asunto de mi propia seguridad. Sabía que si se enteraba de que soy omega y de mi relación con Bakugo, las cosas podrían ponerse aún más peligrosas.

El aire se volvió tenso mientras mi padre se acercaba, su mirada penetrante nunca dejándome. Sabía que estaba buscando algo, algo que no podía permitirme revelar. Mi corazón latía con fuerza, y cada segundo que pasaba sentía como si estuviera caminando sobre una cuerda floja, con el abismo de sus sospechas y violencia esperando abajo.

-¿Qué es ese olor? -preguntó de repente, su tono afilado. Mi respiración se detuvo por un instante. Sabía exactamente a qué se refería; mi aroma de omega, algo que había estado tratando de ocultar desesperadamente.

-No... no sé de qué hablas -dije, tratando de sonar lo más convincente posible. Pero mi voz tembló, y vi un destello de sospecha en sus ojos.

-No me mientas -gruñó, dando un paso adelante. Instintivamente retrocedí, el miedo apoderándose de mí. Podía sentir su ira creciente, y sabía que estaba en peligro. Su mano se disparó hacia adelante, agarrándome del cuello de la camisa y levantándome ligeramente del suelo. Me acerqué a él, su rostro a solo unos centímetros del mío.

-¿Qué estás escondiendo? -demandó, acercándose más, su nariz casi tocando mi cuello mientras trataba de olfatear cualquier rastro de mi aroma de omega. Sentí el pánico apoderarse de mí; si descubría la verdad, no sabía lo que haría.

De repente, el sonido de la puerta principal abriéndose rompió el silencio, y ambos nos giramos hacia el sonido. Mi madre entró en la casa, su rostro palideciendo al ver la escena ante ella. Sin perder un segundo, se acercó a nosotros, su voz llena de urgencia y autoridad.

-¡Déjala! -exclamó, su voz firme. Mi padre me soltó de inmediato, haciéndome caer al suelo con un golpe sordo. Me quedé allí, tratando de recuperar el aliento mientras mi madre se interponía entre nosotros, su postura protectora y desafiante.

-¿Qué crees que estás haciendo? -dijo ella, mirando a mi padre con una mezcla de miedo y furia. Él la miró fijamente por un momento antes de dar un paso atrás, su expresión tensa y frustrada.

-Nada que no tenga derecho a hacer -respondió fríamente, aunque su tono era menos seguro que antes.

Mi madre no se movió, manteniéndose firme.

-Ella es nuestra hija, no tienes derecho a tratarla así -dijo con dureza, su voz temblando ligeramente pero manteniendo su firmeza. Miré a mi madre, sintiendo una oleada de gratitud y alivio. Sabía que la situación seguía siendo peligrosa, pero al menos no estaba sola en esto.

Mi padre se acercó más a mi madre, su expresión se endureció aún más con cada palabra. La tensión era palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad.

-¿Y qué vas a hacer tú al respecto? -espetó, su voz baja y amenazante. Mi madre, aunque temblorosa, no retrocedió. Sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y determinación, pero no se dejó intimidar.

-Lo que sea necesario para proteger a mi hija -respondió ella, su voz temblando ligeramente pero con una resolución férrea. Pero su respuesta no hizo más que enfurecer a mi padre. Con un movimiento brusco, levantó una mano y, antes de que pudiéramos reaccionar, la golpeó con la palma abierta. El golpe resonó en la habitación, y mi madre se tambaleó, llevando una mano a su mejilla, donde ya se empezaba a formar una marca roja.

-¡Mamá! -grité, corriendo hacia ella para sostenerla, pero mi padre me interceptó, agarrándome del brazo con fuerza.

-No te metas en esto -me espetó mi padre, empujándome hacia atrás con una fuerza que no pude resistir. Tropecé, tambaleándome, y sentí el dolor en mi brazo donde sus dedos se habían clavado.

-¡Déjala en paz! -grité, intentando mantener la calma en mi voz, pero el miedo y la impotencia me invadían. Sabía que mi madre estaba en peligro, y no podía quedarme de brazos cruzados.

Pero mi padre no cedía. Su mirada fría y calculadora se dirigió hacia mí, y su voz era baja pero cargada de una amenaza palpable. -Tú no tienes nada que ver en esto. Cállate y haz lo que se te dice.

Verdades Ocultas (Bakugo X Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora