El calor del agua envolvía mi cuerpo, relajando cada músculo tenso mientras las burbujas del jacuzzi subían a la superficie. Por un momento, me permití olvidar todo lo que había pasado. Las risas de mis amigas y la calidez del agua me daban una sensación de seguridad que había olvidado que existía.
—Sí, y me alegra que todos estemos aquí juntos —dijo Jirou, recostándose en el borde del jacuzzi con una expresión serena.
Miré a mi alrededor, observando cómo todas parecían relajadas, más ligeras. Me sentí agradecida de tenerlas conmigo en este momento. Realmente necesitaba esta pausa, aunque fuera breve, de todo el caos que había envuelto mi vida.
Después de un rato, comencé a sentir que el calor del agua me estaba adormeciendo demasiado. Decidí salir del jacuzzi y dirigirme al baño para refrescarme un poco. Justo cuando estaba a punto de salir, Uraraka decidió acompañarme.
—¿Te importa si te acompaño? —preguntó, dándome una sonrisa amable—. También quiero salir un momento.
—Claro, vamos —respondí, sintiéndome un poco más tranquila por no ir sola.
Mientras caminábamos por los pasillos hacia los baños, la conversación se mantuvo ligera. Hablamos de lo que haríamos después, de cómo sería volver a la rutina normal, aunque sabía que para mí, nada sería igual. Pero por ahora, quería concentrarme en disfrutar el momento con Uraraka.
—Realmente necesitaba esto —admití, intentando alejar las preocupaciones que me seguían como sombras—. A veces siento que el mundo se está derrumbando a mi alrededor.
—Lo entiendo, TN —respondió Uraraka, con una voz suave—. Pero no estás sola, estamos todos aquí contigo.
Asentí, agradecida por sus palabras, pero una sensación extraña comenzó a instalarse en mi estómago. A medida que avanzábamos, no podía sacudirme la sensación de que alguien nos estaba observando. Cada paso que daba, esa sensación se hacía más fuerte. Miré a mi alrededor, intentando encontrar el origen de esa incomodidad, pero no vi a nadie.
—¿Pasa algo? —preguntó Uraraka, notando mi expresión preocupada.
—No... es solo que... —me detuve, decidiendo no darle más vueltas—. No es nada, solo mi imaginación.
—Bueno, estamos en un lugar seguro —me recordó con una sonrisa—. Solo relájate, estamos aquí para eso.
Intenté convencerme de que tenía razón. Nos dirigimos a los baños y pasamos un rato más charlando, intentando relajarme. Poco a poco, la tensión en mis hombros comenzó a disiparse, y el ambiente cálido y acogedor me ayudó a soltar el estrés.
Justo cuando estábamos a punto de salir para volver con los demás, sentí un frío repentino en la nuca. Antes de que pudiera reaccionar, una sombra apareció a nuestro lado, moviéndose con una rapidez aterradora. Uraraka intentó reaccionar, pero en un parpadeo, el hombre que había aparecido golpeó a Uraraka con una fuerza brutal, dejándola inconsciente en el suelo.
—¡Uraraka! —grité, pero antes de poder hacer algo, sentí una mano fuerte que me agarró del brazo y me arrastró hacia atrás con una fuerza imparable.
—Vas a venir conmigo, te guste o no —dijo una voz que reconocí al instante. El terror me recorrió el cuerpo al darme cuenta de quién era.
—¡Papá, no! —intenté resistirme, pero era inútil. Su fuerza era abrumadora, y el miedo me paralizaba. Nadie estaba allí para ayudarme, y en cuestión de segundos, me vi arrastrada fuera del baño, lejos de la seguridad que había sentido minutos antes.
La desesperación se apoderó de mí mientras mi padre me llevaba a la fuerza. Las palabras de mis amigos resonaban en mi cabeza, pero ahora parecía que todo estaba perdido. ¿Cómo iba a salir de esto? ¿Qué haría con Uraraka? Mis pensamientos se volvían confusos mientras la realidad del peligro en el que estaba se hacía cada vez más evidente.
Luché con todas mis fuerzas, pero la mano de mi padre se aferraba a mi brazo con una fuerza brutal. Mi corazón latía con furia en mi pecho, la adrenalina corriendo por mis venas mientras intentaba encontrar una manera de liberarme. Desesperada, giré la cabeza y hundí mis dientes en su mano, mordiendo con toda la fuerza que me quedaba.
—¡Maldita sea! —gritó, soltándome por un segundo al sentir el dolor, pero eso fue todo lo que necesité. En ese breve instante, me liberé de su agarre y traté de correr, pero apenas di un paso antes de sentir un dolor agudo en la parte posterior de mi cabeza.
El golpe fue tan fuerte que me tambaleé, y antes de que pudiera reaccionar, todo a mi alrededor comenzó a oscurecerse. Sentí cómo mis piernas cedían, mi cuerpo cayendo al suelo sin poder hacer nada para detenerlo.
Lo último que vi antes de que la oscuridad se apoderara de mí por completo fue la expresión de ira en el rostro de mi padre, y una única palabra resonó en mi mente mientras perdía la conciencia: Ayuda.
Me desperté en un lugar oscuro, frío y húmedo. El aire era denso y pesado, y un leve olor a humedad me llenaba las fosas nasales. Intenté moverme, pero un dolor punzante recorrió todo mi cuerpo, recordándome los recientes eventos. Estaba en el suelo, sobre una superficie dura y áspera. A mi alrededor, solo podía percibir las sombras de lo que parecía ser un edificio abandonado.
Mis manos temblaban mientras intentaba incorporarme, pero el terror me inmovilizó al recordar que no estaba sola. Al girar la cabeza, vi a mi padre, de pie en la penumbra, observándome con una expresión fría y calculadora.
—¿Dónde... dónde está mi madre? —pregunté con la voz quebrada, mis ojos llenándose de lágrimas. Apenas podía sostenerme en pie, pero la desesperación me dio fuerzas para preguntar.
Él no respondió de inmediato. En cambio, se limitó a sonreír de una manera que me heló la sangre. Con un gesto de su mano, señaló una puerta en el fondo de la habitación.
—Ella está aquí, pero no te preocupes por ella. Deberías preocuparte más por ti misma, niña desobediente —dijo con un tono despreciativo.
Mi corazón se detuvo por un momento, y sin pensar, corrí hacia la puerta que había señalado. Tenía que ver a mi madre, tenía que saber si estaba bien. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, sentí una mano férrea agarrando mi cabello, tirándome hacia atrás con fuerza. Caí al suelo con un grito de dolor, mi cuerpo golpeando con fuerza la superficie dura.
—¿A dónde crees que vas? —gruñó mientras me levantaba de nuevo y me empujaba contra la pared—. No vas a ir a ninguna parte.
Intenté resistir, mi cuerpo temblando por el miedo, pero él era mucho más fuerte que yo. Con un rápido movimiento, sacó una cuerda y comenzó a atarme las muñecas y los tobillos. Mi resistencia solo le enfureció más, y cada vez que me movía, me golpeaba con la misma brutalidad con la que lo había hecho antes.
—Te comportarás como es debido —dijo entre dientes mientras ajustaba los nudos—. Mañana vendrá tu futuro prometido, y más te vale estar lista para lo que te espera. Te arrepentirás de haberme desafiado, de haber ido a la policía. No entiendes, ¿verdad? No hay escape para ti, TN. Eres mía hasta que yo decida lo contrario.
Las palabras de mi padre cayeron sobre mí como una losa, y el miedo me consumió por completo. La idea de lo que podría sucederme mañana, de quién podría ser esa persona que venía a reclamarme, me aterrorizaba.
—Por favor... por favor, no lo hagas... —suplicaba con lágrimas corriendo por mis mejillas. Pero mis palabras no le hicieron cambiar de opinión. Su crueldad era inquebrantable, y solo me respondió con una risa amarga y sádica.
Mi cuerpo se estremecía, y la impotencia me envolvía. Estaba atrapada, sin salida, y el mundo a mi alrededor se cerraba con una oscuridad que parecía interminable.
ESTÁS LEYENDO
Verdades Ocultas (Bakugo X Tn)
FanfictionTener que pasar por discusiones y peleas familiares a diario, soportar las frecuentes humillaciones en la escuela y no tener en quién apoyarse la tenían cansada. Aun así, trataba de seguir adelante con la esperanza de que todo mejorara. ¿Será que el...