cap 35

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Sentí que mi respiración se aceleraba, el pánico se apoderaba de mí, pero me obligué a mantenerme firme. No podía permitir que mi madre sufriera más. Pero antes de que pudiera reaccionar, mi madre levantó una mano, señalándome con desesperación. 

-¡Por favor, vete a tu habitación! -su voz era un grito desesperado, lleno de angustia.

La desesperación en la voz de mi madre me paralizó por un momento. Quería quedarme, enfrentar a mi padre, pero su súplica me dejó sin opciones. Sabía que si me quedaba, solo empeoraría la situación para ambos. Con lágrimas en los ojos, asentí lentamente, sintiendo un nudo en mi garganta.

Di un paso atrás, luego otro, y finalmente me di la vuelta y corrí hacia mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí con un golpe, mi corazón latiendo frenéticamente. Apoyé mi espalda contra la puerta, respirando con dificultad, mientras las lágrimas caían libremente por mi rostro.

Desde el otro lado de la puerta, los gritos y el sonido de una lucha continuaban. Me tapé los oídos, tratando de bloquear el ruido, pero era imposible ignorar lo que estaba sucediendo. Mi madre, que siempre había sido mi protectora, estaba ahora siendo herida, y yo no podía hacer nada para detenerlo.

Cada palabra dura, cada grito de mi madre, me hacía sentir más impotente. Quería salir corriendo, llamar a la policía, hacer cualquier cosa para detener a mi padre, pero el miedo me mantenía atrapada. La voz de mi madre resonaba en mi cabeza, pidiéndome que me quedara en mi habitación.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, los ruidos cesaron. Me quedé quieta, con los ojos cerrados, temblando de miedo y frustración. No sabía qué hacer. ¿Debería salir y enfrentar lo que había pasado, o quedarme escondida y esperar a que las cosas se calmaran?

Sentada en el suelo de mi habitación, con los ojos cerrados y el corazón latiendo desbocado, mi mente se llenó de pensamientos caóticos. La imagen de mi madre herida y mi padre furioso no dejaba de atormentarme. Pero, en medio de ese caos, un pensamiento me asaltó con fuerza: Bakugo.

Me pregunté qué estaría haciendo ahora. ¿Estaría preocupado por mí? ¿Habría sentido algo, una especie de conexión, que le indicara que algo estaba mal? Mi corazón se apretó al pensar en su expresión al enterarse de lo que estaba sucediendo aquí. Él siempre había sido mi roca, mi apoyo incondicional, y en ese momento, deseé más que nunca estar a su lado.

Sabía que Bakugo se preocuparía si no le decía nada, pero ¿cómo podría contarle lo que estaba ocurriendo? ¿Cómo podría explicarle que mi padre, al que nunca había mencionado mucho, era un monstruo? ¿Qué pensaría de mí, sabiendo que había ocultado este lado oscuro de mi vida?

Al día siguiente, me levanté con una sensación de pesadez en el pecho. Tenía clases y sabía que debía ir, pero cada paso hacia la escuela me sentía como si caminara sobre hielo delgado. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido la noche anterior y en las palabras de mi madre, suplicándome que me fuera a mi habitación. Los recuerdos de los golpes y los gritos seguían frescos en mi mente, y me era imposible concentrarme en otra cosa.

Cuando llegué a la escuela, todo parecía transcurrir como cualquier otro día. Las risas y las conversaciones de mis compañeros llenaban los pasillos, pero para mí, todo sonaba distante, como si estuviera bajo el agua. Bakugo me esperaba en la entrada, su expresión se suavizó al verme. Me acerqué a él, forzando una sonrisa para no preocuparlo.

-¿Estás bien? -me preguntó, su tono lleno de preocupación.

Asentí, aunque sabía que no estaba convencido. Por un momento, consideré contarle todo. Las noches de miedo, los golpes, la desesperación de mi madre. Pero el miedo de ser juzgada, de que me vieran como alguien débil o rota, me detuvo. ¿Qué pensaría Bakugo si supiera todo lo que había escondido?

Pasé el día en una especie de trance, absorta en mis pensamientos. Las clases pasaron sin que realmente me diera cuenta, y aunque mis amigos intentaron incluirme en sus conversaciones, apenas si presté atención. Mi mente seguía regresando a las mismas preguntas: ¿Cómo contarles a los demás? ¿Cómo pedir ayuda sin que me apartaran? El miedo a ser juzgada o incluso a que me separaran de mi madre me paralizaba. No quería que la gente supiera la verdad; no quería que me vieran como una víctima o que me compadecieran. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podía seguir soportando esto sola.

Durante el almuerzo, me senté con mis amigos, pero mi mente estaba en otra parte. No dejaba de pensar en lo que podría suceder si mi padre descubría que era omega y que ahora tenía una relación con Bakugo. ¿Qué haría si lo supiera? ¿Cómo podría protegerme a mí misma y a mi madre?

Mientras escuchaba a mis amigos hablar sobre planes para el fin de semana, me di cuenta de que, a pesar de todo, había algo de luz en mi vida.

Las clases terminaron y todos parecían más animados, riendo y bromeando sobre el fin de semana que se avecinaba. Aunque intentaba mantener una apariencia tranquila, por dentro me sentía cada vez más ansiosa. El recuerdo de mi padre en casa, con su presencia opresiva y su temperamento volátil, me hacía temer lo que podría encontrar al regresar.

Mientras caminábamos hacia la salida, Bakugo se volvió hacia mí, su expresión llena de preocupación y ternura.

—Oye, ¿quieres que te lleve a casa? —ofreció, su voz suave y considerada. Sabía que él siempre estaba dispuesto a ayudar, y eso solo aumentaba mi culpa por ocultarle la verdad.

Me detuve por un momento, considerando su oferta. La idea de tener su compañía, aunque solo fuera por unos minutos, era reconfortante. Pero luego recordé que mi padre estaba en casa, y el miedo me invadió de nuevo. No quería que Bakugo viera esa parte de mi vida, no quería exponerlo al peligro que representaba mi padre, ni quería enfrentar la posibilidad de que mi padre descubriera mi relación con Bakugo. Era demasiado arriesgado.

—No, está bien —dije finalmente, tratando de sonar casual—. Puedo ir sola. No quiero que te preocupes por mí.

Bakugo frunció el ceño, claramente dudando de mi respuesta.

—¿Estás segura? —insistió, dando un paso más cerca de mí—. No me importa acompañarte.

Mi corazón se aceleró, dividido entre el deseo de aceptar su apoyo y el miedo a lo que podría suceder si lo hacía. Finalmente, sacudí la cabeza, intentando sonreír.

—Sí, estoy segura —respondí, mi voz apenas un susurro—. De verdad, estaré bien. Solo necesito... necesito un poco de tiempo para pensar.

Bakugo asintió, aunque no parecía completamente convencido. Sabía que no podía engañarlo por mucho tiempo; él siempre había sido perceptivo y se daba cuenta cuando algo me molestaba.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero si necesitas algo, cualquier cosa, llámame, ¿de acuerdo?

Verdades Ocultas (Bakugo X Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora