Apenas tenía cuatro años cuando lo vi por primera vez.
Estaba sentada bajo la sombra de un árbol jugando con las flores, cuando un niño de ojos violetas y cabello desordenado llenó mi vestido de barro.
Las lágrimas de impotencia se aglomeraron en mis ojos y no pude hacer más que salir corriendo de allí.
Aquel era mi vestido favorito.
Decidí que nunca jugaría con él, pero aquella idea no se había mantenido durante tanto tiempo en mi mente. Pues esa misma noche, cuando el baile dió inicio y yo me sentí diminuta entre vestidos pomposos y montones de seres, me escondí debajo de una mesa.
Él pareció darse cuenta de aquello y se escondió en aquel lugar a mi lado como si fuéramos amigos de toda la vida. Me miró fijamente y fue la primera vez que sentí mi corazón acelerarse sin necesidad de correr o asustarme.
No dijo muchas palabras, simplemente mencionó que tampoco le gustaban los bailes y permanecimos juntos debajo de la mesa durante toda la noche, robando dulces de vez en cuando.
Los días posteriores jugamos en ocasiones y en otras, fingimos que no conocíamos nada del otro. Pero daba igual, éramos solo niños.
Después de algunos años el Festival de los cuatro elementos volvió a comenzar y nuevamente debíamos asistir a él. En mi mente relucían vagos recuerdos de un niño que era el único que había jugado conmigo, no recordaba su nombre y tampoco conocía de dónde provenía, pero sabía que cuando su mirada se posaba en la mía mis mejillas se calentaban y que su risa era la más lindas de las melodías.
Durante veinte días, Zayn fue mi único amigo. Me prestaba su espada de madera para que jugaramos juntos, hacíamos carreras y reíamos durante horas mientras nos hacíamos cosquillas.
Pero mi abuelo no estaba contento.
Todos los días me reprendía y me ordenaba dejar de jugar con mi nuevo amigo. Sin embargo, había algo que me impedía hacerle caso.
Siempre que volvía a casa, la tristeza se alojaba en mi corazón durante largos días y noches. Esperaba ansiosa cuatro años para volver a verle en cada Festival.
Al cumplir los doce, cuando lo vi nuevamente, mi corazón se detuvo. Había perdido los cachetes inflados, la sonrisa inocente y la risa aniñada. Ahora llevaba la seriedad en su expresión y la picardía en sus ojos.
Nuestras miradas chocaron y creí que me había olvidado, pero no fue así. Sonrió suave y se acercó a mí despacio, sentía ese "algo" en mi corazón que me mantuvo nerviosa hasta que llegó a dónde me encontraba. Me saludó con suavidad y me invitó a escabullirnos en la noche para ver las estrellas.
Era lo que siempre hacíamos, escondernos para pasar el tiempo juntos, pues ambos sabíamos que lo que hacíamos no era correcto. Estuve todo el día esperando con ansias que el cielo adquiriera tonos oscuros.
El salón estaba colmado de seres ansiosos por bailar y beber de las bebidas burbujeantes que los niños no podíamos tomar. Me moví como pude por todo el salón, hasta que logré salir del palacio. La sombras me acariciaron y la luna brilló sobre mí.
-Te ves bonita, princesa.
Fue la primera vez que escuché aquellas palabras salir de sus labios. Le sonreí y en cuanto su mano tomó la mía sentí cada poro de mi piel erizarse, caminamos hasta el patio trasero y nos recostamos sobre la grama para ver el cielo.
-El sol me recuerda a ti. -aseguró.
-¿Y me lo dices en la noche? -pregunté riendo. El río suavemente mientras negaba con la cabeza. -¿Porque está solo como yo?
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El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)
Fantasy"En un mundo de magia y misterios, el amor puede ser un refugio... o la tormenta que desata la guerra. La sangre dorada en el suelo es solo el comienzo; en Aethel, cada lágrima derramada forjará el futuro de una tierra mágica."