Capitulo 19: Los renacidos.

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Esperé, con la impaciencia acariciando mi cuerpo, a que la noche dibujase el cielo con sus tonos oscuros.

Estaba demasiado nerviosa y el corazón me latía desbocado, sabía que me reconocerían los seres que habitaban en las mazmorras, por lo que tomé un vestido blanco que tenía en mi armario y rompí sus costuras, estaba segura de que si usaba aquello podía fingir que llevaba tiempo viviendo en aquel lugar.

Para mi suerte, la oscuridad tiñó el cielo y entonces supe que la hora había llegado. Tomé el vestido roto y lo lancé por la ventana de mi habitación hacia el jardín, bajé hacia el salón principal y agradecí que no hubiese ningún miembro de mi familia por allí.

Caminé hacia la cocina y comí tanto como mi estómago me lo permitió. Sabía que durante algunos días no tendría el placer de probar bocado alguno, por lo que disfruté al máximo de aquella rápida cena.

Al terminar, salí por la puerta que había en el lugar y el aire gélido de la noche me despeinó por completo. Enseguida divisé el vestido blanco, fui hacia donde se encontraba y lo manche con tierra para que pareciera la mugre que tenían los seres vivientes de las mazmorras.

Aproveché y llené mis brazos con la misma. Tomé la prenda entre mis manos y me dirigí hacia esa entrada secreta que daba directo a mi próximo destino. Me posicioné enfrente de la pared llena de ladrillos y comencé a tocar cada uno de ellos.

Después de algunos minutos, un ladrillo cedió y la inmensa puerta se abrió. Entré con rapidez y la cerré detrás de mí dejando a la oscuridad como mi única compañera.

Prendí una pequeña llama de fuego, con la magia que había pedido a la naturaleza, y el mismo pasillo de siempre se alzó ante mí. Los recuerdos de una Alicia agonizante se adhirieron a mi mente y la tristeza acarició mi corazón.

Sin permitirme perder el tiempo, me quité el atuendo que llevaba puesto al igual que las sandalias y me vestí con el andrajoso vestido. Comencé a despeinar mi cabello y cuando me sentí lista, caminé despacio hacia el mismo lugar de siempre.

Las goteras volvieron a tocar su monótona melodía y las sombras se robaron el protagonismo del lugar. Llegué a los tres pasadizos y, como usualmente sucedía, caminé hacia el pasillo izquierdo.

Los recuerdos me golpearon con fuerza y los lamentos bajos de cada ser que había en aquel lugar me llenaron de lástima el alma. El olor putrefacto revolvió mi estómago y me arrepentí de haber comido tanto.

Divisé una celda vacía que parecía haber sido limpiada recientemente y creando un pequeño gancho de luz abrí la reja y me adentré en el lugar.

Tomé asiento sobre el viejo colchón y los muelles salidos me pincharon por doquier. Estuve horas y horas callada y sentada sobre la camita. La soledad me había hecho compañía y el silencio no me había dejado conversar sola.

Cuando el sueño empezaba a conquistarme, unos pasos que resonaron por todo el lugar me despertaron. Rápidamente fingí cansancio y pesadez y me mantuve recostada sobre el viejo colchón.

Cerré mis ojos sintiendo los nervios hormigueando por mi cuerpo y en cuanto escuché como la rejilla se abría mi respiración se detuvo. Sentía la presencia de varios seres en el lugar y el miedo amenazó con delatarme.

Una fuerte mano se posó sobre mi brazo y me levantó, como si fuese una pluma, de la cama. Enseguida abrí mis ojos y divisé a dos hombres encapuchados sosteniéndome con fuerza y la maldad pintada en la mirada de la mujer rubia me saludó.

-No sabía que te habían traído de vuelta. -sonrió.

Quise decirle que nadie me trajo, yo había venido por mi misma. Pero mantuve el silencio y evité provocarla.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora