Capítulo 10: ¿Respuestas?

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Cuando el universo fue creado, seres mágicos y humanos convivían en armonía. Todos vivían en el mismo mundo y compartían de toda la magia que les rodeaba.

Pero los humanos nunca se sintieron conformes y dejaron saber de su descontento a los dioses. ¿Por qué ellos no podían tener magia? ¿Acaso no la merecían?

Las deidades, incapaces de creer lo que estaba sucediendo, comenzaron a pensar qué tipo de poder podrían darle a aquellos seres. Muchas ideas surgieron, pero ninguna era lo suficientemente convincente. Una niña, la hija del Dios de la Sabiduría, sugirió poner la magia dentro de ellos mismos.

De esa manera, solo los humanos con un corazón puro podrían encontrar el verdadero poder. Así los dioses lo hicieron, pero el descontento por parte de la humanidad no tardó en llegar.

¿Dónde estaba la magia que les habían prometido?

La avaricia y el egoísmo comenzó a consumir el corazón de los humanos y a su vez, el mundo mágico empezó a desmoronarse.

Los dioses, furiosos por el comportamiento egoísta e inconforme de los humanos, separaron a ambas especies en dos mundos completamente distintos. Cómo si ambas clases de criaturas viviesen en realidades distintas.

Aún así, los seres mágicos de Aethel, el extremo del mundo que pertenecía a las criaturas con poder, continuaron protegiendo a la humanidad.

El mundo humano, comenzó a deteriorarse, las tierras lloraban a gritos por la explotación que sufrían, los mares sufrían por la contaminación que recibían y el aire había dejado de ser puro.

Los humanos destruyeron el mundo que se les había sido concedido, no merecían volver a entrar en Aethel.

Se creó una barrera mágica que impedía que los seres mágicos entraran en el mundo humano y viceversa.

Solo aquellos hombres con el corazón lleno de la bondad más pura, eran bienvenidos en el mundo que era regido por la magia.

Anónimo:

Había pasado muchísimo tiempo analizando cómo salir de allí. Las mazmorras comenzaban a asfixiarme y necesitaba una manera de poder conocer más allá de ese viejo lugar.

Tenía mi plan listo, lo único que debía hacer era esperar a que todos estuviesen dormidos, abrir la celda con un pequeño gancho que tenía en el cabello y correr en línea recta por todo el pasillo.

La noche había llegado, lo sabía porque un guardia nos había mandado a volver hacia las celdas y permanecer allí hasta que la aurora llegase.

Esperé pacientemente hasta el momento en el que los ronquidos llenaron la estancia. Miré a mamá, con las manos llenas de callos por trabajar, las oscuras ojeras que yacían bajo sus ojos, la palidez de su piel y lo delgada que se veía. No quería dejarla sola. Pero cuando le conté mi plan, unas lágrimas de cristal resbalaron por sus mejillas mientras me abrazaba y me decía:

-Cielo, para mí no habrá un final feliz. Pero prométeme que tú verás el sol y lo sentiras en tu piel por mí.

Le había prometido que así lo haría. Me sentía llena de nostalgia, pero no podía detenerme, le había hecho una promesa a mamá y la cumpliría. Dejé un cálido beso en su frente mientras las lágrimas me arañaban los ojos y con cuidado me acerqué a la reja.

Saqué un gancho de mi cabello y lo inserté en la cerradura. Cuando el click de la puerta sonó, supe que era mi momento. Con el mayor cuidado posible, volví a cerrar la rejilla y me despedí en silencio de aquel lugar.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora