Anónimo:
Todo lo que podía ver era una espesa oscuridad rodeándome.
No sabía cuánto tiempo llevaba en este lugar, pero, teniendo en cuenta que mis ojos habían logrado observar la mayoría detalles que me rodeaban y que mi garganta rasposa rugía por un poco de agua, entendí que serían al menos unas diez horas. Mi estómago se revolvía ansioso por sentir algún bocado saciando el hambre inmensa que tenía y mis muñecas sufrían en silencio por las quemaduras por fricción que se habían producido por las cuerdas que me mantenían atada.
Tenía una tela molesta colocada en mi boca y alrededor de mi cabeza, impidiéndome hablar, los tobillos atados a las patas metálicas de la incómoda silla en la que me encontraba sentada y un mareo que con cada minuto que pasaba, aumentaba como una lenta tortura.
Sentía una intensa presión en mi vejiga debido a la cantidad de horas que había pasado sin haber podido ir al servicio. Escuché movimiento en la puerta que tenía enfrente de mí y forcé mi vista para intentar ver al sujeto que se había adentrado en la oscura habitación.
Solo logré detallar su silueta, dándome cuenta de que, fuera quien fuera, tenía una altura fuera de lo normal. Mi corazón se aceleró cuando lo sentí acercarse y en el momento exacto en el que una de sus manos gigantes se posó cálida sobre mi mejilla, tragué saliva con dificultad, mi respiración se volvió irregular y mi cuerpo se movió en un acto reflejo que buscaba alejarse de su constante y desconocido toque.
Una luz cegadora y molesta se encendió, ocasionando que mis orbes ardieran debido a todo el tiempo que habían estado sumidos en la penumbra. Me tomó algunos minutos, muchos más de los que creía, lograr abrir mis ojos sin sentir dolor o incomodidad. Un hombre dolorosamente atractivo me observaba con detenimiento, como si yo fuera un experimento o un ser desconocido ante su mirar.
Me sentí intimidada por el intenso color tierra que adornaba sus ojos, por lo que desvíe mi mirada y me entretuve observando lo que había en la habitación. Las paredes estaban pintadas de un blanco perfecto y acolchonado, algunas máquinas se encontraban posicionadas en las esquinas y yo estaba en el centro siendo iluminada por algunas lámparas.
-Dime, ¿te gusta este lugar? -preguntó con una voz suave que adormiló el miedo que había en mí.
-No. -no logré retener a tiempo la respuesta que abandonó mis labios.
-Te entiendo, bonita, a mí tampoco me gustaría estar en tu lugar. -aseguró mientras me regalaba una sonrisa suave.
-¿Por qué estoy aquí? -con cada palabra que lograba pronunciar, mi garganta me reclamaba adolorida.
-Tengo algunas preguntas para ti.
Una joven preciosa, que parecía pertenecer al servicio debido al vestido oscuro y al delantal que llevaba puesto, colocó una silla enfrente de mí y luego una bandeja con algunas tostadas y líquidos. La boca se me hizo agua y fui incapaz de retener el espasmo desesperado que me recorrió de pies a cabeza.
-¿Qué clase de preguntas? -inquirí sintiéndome aterrorizada por la presencia del hombre, quién tomó asiento en la silla que la muchacha había traído.
-¿Conoces a Verena? -me miró con acusación.
-No. -mentí.
-No me mientras, bonita. -intentó persuadirme.
-Depende a qué te refieres con conocer. -me acomodé en la incómoda silla y lo miré con altanería. -Hemos compartido en algunas ocasiones, pero, yo no la conozco.
-Los humanos son tan complicados. -murmuró, pero logré escucharlo. -Escucha, mi paciencia no es ilimitada y estoy dándote la oportunidad de ser honesta conmigo. Tienes dos opciones, o me respondes a cada una de las preguntas, o tendré que usar algunos métodos más complejos.
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El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)
Fantasy"En un mundo de magia y misterios, el amor puede ser un refugio... o la tormenta que desata la guerra. La sangre dorada en el suelo es solo el comienzo; en Aethel, cada lágrima derramada forjará el futuro de una tierra mágica."