Capítulo 1: La princesa de nada.

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En el mundo de Aethel, a la edad de quince años, cada joven heredero debía someterse a la Ceremonia del Despertar, un ritual antiguo que revelaba los poderes innatos y la cantidad de maná que poseía cada individuo. Los herederos de cada Reino e Isla se encontraban impacientes mientras esperaban el comienzo de aquella ceremonia.

Cuando el sol comenzó su lento descenso, el Gran Mago subió al estrado, su túnica azul brillante bajo la tenue luz. Con un ademán de su mano, un silencio respetuoso se apoderó de la multitud.

-Jóvenes de Aethel -comenzó el Gran Mago con voz resonante, -hoy se reúnen aquí para descubrir los dones que la Diosa de la Luz les ha otorgado.

Uno por uno, los jóvenes se acercaron al pedestal de piedra en el centro de la plaza. Cada uno colocó su mano sobre el cristal brillante, y un destello de luz reveló su poder innato. Algunos poseían el poder de controlar los elementos de manera libre, otros podían sanar o hablar con los animales.

El corazón de Verena latía con fuerza mientras esperaba su turno. Soñaba con poseer cualquier poder que le diera la posibilidad a su reino de ganar ante aquella guerra que se avecinaba en el futuro. Pero cuando finalmente colocó su mano sobre el cristal, no sucedió nada. El cristal permaneció oscuro, sin emitir ningún destello de luz.

Un murmullo recorrió la multitud. El Gran Mago frunció el ceño y volvió a colocar la mano de la joven sobre el cristal. Pero el resultado fue el mismo: oscuridad total.

-No hay poder -anunció el Gran Mago, su voz teñida de sorpresa y decepción. -Esta joven no posee ningún poder innato.

Un jadeo de incredulidad escapó de los labios de Verena. El mundo a su alrededor parecía desdibujarse mientras las lágrimas llenaban sus ojos. No podía ser verdad. No podía ser la única persona en Aethel sin ningún poder.

-Y su maná -continuó el Gran Mago -es... cero.

Otro jadeo recorrió la multitud. El maná era la energía esencial que alimentaba los poderes mágicos. Sin maná, Verena no podría lanzar ni siquiera el hechizo más simple.

En ese momento, la chica sintió como si su mundo se derrumbara. Todo por lo que había trabajado y soñado se había hecho añicos en un instante. No era nada más que una chica ordinaria en un mundo extraordinario.

Me encontraba en el claro del bosque, con mi arco en mano y una mirada concentrada en la diana que yacía a unos metros de distancia

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Me encontraba en el claro del bosque, con mi arco en mano y una mirada concentrada en la diana que yacía a unos metros de distancia. El sol de la mañana se filtraba entre las hojas de los árboles, iluminando el lugar con una luz dorada.

Con un movimiento fluido, tomé una flecha de mi carcaj y la coloqué en el arco. Apunté con precisión, mis ojos fijos en el centro de la diana. Respiré profundamente y solté la cuerda del arco. La flecha voló con gracia a través del aire y se clavó en el blanco, justo en el centro. En algunos árboles habían dianas colgadas desde distintas alturas, todas con flechas clavadas justo en el blanco.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora