Con cada paso que daba, la grama que había en el suelo del oscuro jardín me pinchaba las plantas de los pies. Los árboles dejaban caer sus hojas, como si el otoño se hubiera apoderado del lugar. La lluvia continuó mojándome con sus gruesas gotas lastimeras y las flores lucían decaídas, como si de alguna manera el hecho de crecer estuviera matándolas.
Una puerta gigante, con diamantes adheridos a ella, se alzó ante mi presencia. Posicioné mi mano en el picaporte y la abrí, adentrándome de lleno en un lugar que era completamente desconocido para mí. Las lágrimas que caían de las alturas, enfurecidas por no poder continuar mojándome, hicieron que los cielos rugieran desesperados por lastimarme con sus punzantes cristales líquidos y adoloridos.
Detallé con cuidado y paciencia el lugar en el que ahora me encontraba. Habían cuatro columnas de piedra oscura que formaban una especie de cuadrado en el centro de la sala. Encima de ellas, un espacio abierto y consumido por la ausencia de la luz se encontraba y unos pequeños destellos tenues que provenían de un candelabro alumbraban el lugar.
En frente de mí se encontraba un largo y angosto pasillo que se tragaba los gritos desgarradores de alguien, dejándome solo el eco de los mismos. Avancé con cuidado, sintiendo el miedo adherirse a mi cuerpo y manteniéndome alerta ante cualquier mínima señal de peligro.
Una exhalación de sorpresa absoluta abandonó mis labios en cuanto sentí un charco inmenso de un liquidó espeso y repugnante envolviendo mis pies. Tragué saliva con dificultad en cuanto el olor fétido y metálico de la sangre llegó a mis fosas nasales, bajé la mirada con lentitud, temiendo encontrarme con aquello que ya sabía que había en aquel lugar.
Sangre carmín y pegajosa, había manchado mis pantalones de mezclilla. Una gota de la misma, impactó contra mi cabeza y resbaló despacio por toda mi frente hasta que llegó a mi mejilla, mostrándose a sí misma y dejándome sentir la calidez que aún conservaba, como si fuera totalmente distinta a la que había en el suelo, pareciendo que provenía de alguna herida reciente.
Dirigí mi mirada hacia arriba y abrí mis ojos de sobremanera encontrándome con distintos y numerosos cadáveres que colgaban de las barandas que habían en la segunda planta. Todos estaban cubiertos con el mismo líquido espeso que ahora cubría mis pies y desprendían un olor putrefacto que me indicaba que llevaban allí, como mínimo, unas largas horas. Divisé una escalera a mi izquierda y enseguida supe a donde me llevarían. Estaba dispuesta a encaminarme hacia ellas para conocer qué más había en el segundo piso, sin embargo, otro grito, esta vez uno más alto y proveniente del pasillo en penumbras, llamó mi atención.
Quizás sería una completa locura adentrarme en ese lugar y conocer al causante de todas estas muertes y desastres, pero, llegados a este punto, era demasiado difícil para mí controlar mi curiosidad. Avancé con cuidado, sintiendo como la sangre se revolvía y se pegaba con mayor ahínco a la tela de mi pantalón.
En cuanto subí por unas escaleras empedradas, sentí el alivio recorriendo mi cuerpo. Con cada uno de mis pasos la oscuridad se hacía más profunda y gélida y, a su vez, dejaba un largo y para nada discreto rastro de pisadas sangrantes. El suelo estaba helado y sentía una especie de brisa fría arañando mi piel descubierta.
Apenas conseguí llegar al final de las escaleras, logré escuchar con mayor claridad aquellos gritos desgarrados que parecían producidos por el dolor. A mi derecha había una pared completamente sellada, por lo que me encaminé hacia el lado opuesto. Sabía que donde estaba nadie podría verme, o al menos eso era lo que esperaba, pues creía que esto no era un recuerdo como el anterior.
Me adentre en un salón precioso que derrochaba lujos y elegancia, tenía sofás de terciopelo, mesas centrales de ébano con cristales y piedras preciosas cubriendo gran parte de sus superficies. Habían estanterías repletas de libros y armarios que tenían en exhibición joyas y tiaras.
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El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)
Fantasy"En un mundo de magia y misterios, el amor puede ser un refugio... o la tormenta que desata la guerra. La sangre dorada en el suelo es solo el comienzo; en Aethel, cada lágrima derramada forjará el futuro de una tierra mágica."