Capítulo 14: La encontré.

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Por los pueblos del mundo donde la magia es común, se cuentan historias de un amor que jamás tuvo un final. Algunos dicen que aquello era una bendición para el par de enamorados, pero, otros afirmaban que era todo lo contrario.

Se dice que la chica moría cada noche de luna y volvía al mundo sin ser capaz de recordar a su amado. Él la veía morir entre sus brazos y lloraba sintiendo como el dolor se esparcía venenoso y letal por todo su pecho. En cada una de las vidas, la muchacha estaba condenada a vivir en el olvido, sin embargo, cuando finalmente lograba recordar al hombre que la había esperado durante tanto tiempo, su corazón se detenía y una muerte súbita le arrancaba el aliento.

Con el paso del tiempo el hombre aceptó su condena y decidió esconderse entre los muros olvidados de un mundo escondido, mientras ella vivía oculta al otro lado de la barrera. Él accedió a olvidarla, selló su corazón con el odio nacido por la especie que sin razón aparente lo había condenado a una muerte que permitía que su corazón continuara latiendo. Ella, sonriente en el desconocimiento y alegre en el olvido, permaneció viva durante muchos años, hasta que por vejez el final la atacó y se llevó su vida, iniciando el mismo ciclo una y otra vez.

Anónimo:

No sabía dónde estaba.

Había escuchado muchas veces que la realidad se paraliza en un instante y te condena a vivir en otro mundo. Jamás creí en aquella falacia, hasta que me vi viviendo una vida que, aunque parecía ser la mía, no se sentía parte de mí. Mi madre jamás me había tratado con tanta dulzura, mi hermano nunca me había besado la coronilla tantas veces y mi padre se mantenía sonriente, como si jamás hubiera sentido el peso de un dolor que llevaba años afectando su pecho.

El helado se sentía demasiado dulce, casi tanto como para paralizar mi corazón sin hacerme saber cuánto dolería. Mis amigos parecían vivir una vida de ensueño y todo el gris que adornaba el cielo de este mundo se había ido, regalándome los amaneceres mas bonitos y el crepúsculo más bello.

¿En dónde estaba mi cuerpo?

Me tocaba frenética las manos, buscando un solo fallo en la realidad que se hacía pasar por mía. Estaba viviendo un bucle aterrador y perfecto, en un lugar que dañaba mi mente y envenenaba mi cuerpo. Era tan contradictorio para mí pensar que siempre había querido presenciar algo como esto: la aceptación de los que me rodeaban y el amor de mi familia.

Sin embargo, ahora que lo pensaba, era mucho más cruel alimentar mis ilusiones con pedazos de realidades que no me pertenecían. Me dolía sentir como la perfección de mis sueños se aferraba a mi cuerpo y me apretaba la garganta, impidiéndome respirar correctamente. Mis piernas sentían un suelo que no era real, la hierba se mojaba despacio con las gotas danzantes que caían del cielo y las flores crecían como si estuvieran creadas para ello.

Me senté en el portal de mi casa y miré ese cielo azul que me regalaba colores que jamás había visto. Exhalé con pesadez, sintiendo su presencia. No sabía quién era, de hecho, jamás había podido verle. Pero, sentía la calidez de su cuerpo fusionándose con el mío, su aliento fresco acariciándome las mejillas y el tacto suave de la yema de sus dedos tocando despacio mis brazos desnudos.

No tenía ningún sentido. Era una absoluta ausencia que compenetraba la soledad que me hacía compañía y se mezclaba con el ruidoso silencio. Miré con disimulo hacia todas partes, buscando con cuidado algo que me indicara que era real, que no estaba volviéndome loca. Tomó asiento a mi lado el hombre sin forma, me miró detenidamente, pareciendo ser que intentaba grabarse cada detalle de mi rostro. Sentí como reía en silencio y la vibración de aquel sonido erizó los vellos de mi piel.

-¿Quién eres? -pregunté aún sabiendo que no obtendría respuesta.

Él se mantuvo en silencio, tal cual como usualmente hacía. Se acercó un poco más a mí y me envolvió en la calidez de sus brazos. Me pregunté cómo podía sentir cada parte de él, aún cuando era incapaz de verlo. Dejó un furtivo beso en mi sien y sin hacer demasiado ruido se levantó de las escalerillas que había en el porche de la casa. Una lluvia suave empezó a mojar la tierra del jardín y, cuando él caminó hacia la salida y el agua de cielo alcanzó su cuerpo, en el vacío de su existencia se dibujó su silueta.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora