Había pensado demasiadas veces en cómo sería mi primer día de clases en la Academia, desde un amanecer con los calientes rayos del sol acariciando mi rostro y la melodía cantada por las golondrinas endulzando mis oídos, hasta un despertar provocado por los nervios y la emoción existente dentro de mi cuerpo.
Sin embargo, mi día estaba siendo uno de esos escenarios que jamás creí posible. El molesto ruido que producía la alarma de mi celular me levantó de golpe. Enseguida el olor a tierra mojada inundó mis fosas nasales y la melodía tocada por las punzantes y rápidas gotas que caían del cielo me alcanzó. Un trueno erizó los vellos de mi piel y un relámpago brilló a lo lejos.
Enseguida supe que aquel idealizado primer día de clases se convertiría en un gris y melancólico inicio.
Al final terminé llegando a la Academia con los zapatos llenos de agua, el desayuno apretando mi garganta y el cabello hecho una maraña de nudos a causa de la capa impermeable que mi madre me había obligado a usar. Me felicité mentalmente por no haberme maquillado, pues de lo contrario, tendría dos oscuros parches bajo los ojos y una gran cantidad de labial esparcido por el rostro.
Intenté ver el lado positivo de todo aquello, pues la lluvia era una gran fuente de inspiración y aquello nos mantendría a flor de piel a la mayoría de estudiantes. Pero, ¿a quien buscaba engañar? Aunque me encantaba el olor que se producía cuando el cielo lloraba, nuestro día se había convertido en un inicio terrible.
La mayoría de jóvenes estaban empapados, con la ropa como una segunda piel y tiritando a causa del frío. Aquello me había tomado por sorpresa, ya que el día anterior el sol se había apoderado de los cielos y el calor había obligado a las personas a hacer una rápida visita a la playa.
La melodiosa voz de una mujer de cabello castaño oscuro llegó a mis oídos y enseguida vislumbré el lugar en el que me encontraba. Nos encontrábamos en el auditorio, un espacio diseñado para las presentaciones artísticas de cada una de las ramas que se estudiaban en este lugar. Estaba constituido por asientos en forma semicircular con una tarima enfrente, donde habían algunos instrumentos, una amplia cortina carmín y donde la directora de la Academia se encontraba dispuesta a darnos la bienvenida.
A mi alrededor habían numerosos jóvenes con vividos y alegres colores de cabello, con pintura permanente dibujada en sus pieles y con sonrisas en sus labios. A unos asientos de mí, se encontraban Justin y Alexandra, juntos, tomados de la mano y felices, justo como yo había estado algunos meses atrás.
Aún me dolia pensar que mi mejor amiga, aquella chica con la que había compartido mis primeros pasos y palabras, a la que había acompañado en cada momento y a la que le había tendido mi mano en cada dificultad, no había dudado ni un solo segundo en enterrar una daga traicionera en mi pecho.
Pero, me dolía mucho más saber que ahora estaría sola. Tenía algunas compañeras a las que conocía y con las que me llevaba bien, sin embargo, ya no tenía a quién contarle como me sentía. Llevaba meses ahogada con mis propias preguntas y con todas las verdades ocultas de mi madre. Con el nombre de esa chica dando vueltas en mi cabeza y con la sensación de que la bestia aún seguía con vida, muy dentro de mí.
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El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)
Fantasy"En un mundo de magia y misterios, el amor puede ser un refugio... o la tormenta que desata la guerra. La sangre dorada en el suelo es solo el comienzo; en Aethel, cada lágrima derramada forjará el futuro de una tierra mágica."