Capítulo 5: Viejo amigo.

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Nunca me había gustado demasiado visitar la Isla Glacia. Mi cuerpo era fiel enemigo del frío y aquello era lo que más había en ese lugar. Detestaba la idea de sentir mi cuerpo congelarse y tiritar sintiendo la quemazón en mis mejillas provocada por el mismo.

Sin embargo, y aunque sonase contradictorio, había algo, o más bien alguien, que lograba hacer de mi estancia más llevadera.

Apenas tenía ocho años cuando lo conocí. No sentí amor ni algo parecido hacía él, pero sí  experimenté muchísima curiosidad.

Nolan llevaba en sus ojos un invierno eterno. Con solo una mirada era capaz de llenar cada espacio del lugar con un hielo que amenazaba con quemarte la piel. Siempre me había parecido extraño que un niño tan pequeño tuviese un aura tan imponente y un poder tan fuerte.

Se decía que él jamás había sonreído a nadie, pero yo no creía en aquello, puesto que siempre que Nolan me miraba, una sonrisa corta aparecía en sus labios, y todo aquel hielo que parecía haber en sus ojos, se convertía en pequeños copos de nieve llenos de destellos dorados.

Se decía que él jamás había sonreído a nadie, pero yo no creía en aquello, puesto que siempre que Nolan me miraba, una sonrisa corta aparecía en sus labios, y todo aquel hielo que parecía haber en sus ojos, se convertía en pequeños copos de nieve ...

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Al día siguiente todo estaba listo para irnos hacia la Isla Glacia. Si había algo por lo que se caracterizaba aquella celebración, era por las tristes despedidas cuando llegaba el final. Una Audrey de ojos tristes se aferraba a mí en un caluroso y melancólico abrazo mientras me prometía visitarme en cuánto el festival terminase.

Mientras que el Reino de Arcania se caracterizaba por tener al grifo como bestia mitológica de la familia real. En Atheria las cosas eran diferentes, su bestia mitológica era el dragón y para mi pesar, aquellas criaturas sí que llamaban mi atención. Me parecían fascinantes y poderosas, e interiormente siempre me había sentido vinculada a ellos.

Entre tanto el reino opuesto emprendía su viaje, mi abuelo mantuvo una acalorada conversación con el Alto Lord de la Isla, Oslo. Cuándo llegó la hora de irnos, Ford se dirigió serio hacia nosotros ordenándonos a Iris y a mí comenzar el vuelo.

De nuevo, durante el viaje la sensación de libertad me acarició la piel. Aerion era aún más hermosa desde arriba. Los árboles se veían diminutos, pero aún así, seguían luciendo los resplandecientes colores de las brillantes hojas que adornaban sus copas.

A medida que Gea nos acercaba a la próxima isla mi cuerpo comenzaba a abrazar el frío como a un viejo amigo después de años sin verse. Agradecía haberme puesto aquella chaqueta, que a pesar de no protegerme del todo del gélido clima, al menos ya no tiritaba a causa del mismo.

En cuanto Gea nos dejó en el suelo y con la ayuda de algunos caballeros Iris y yo bajamos de su lomo, pude divisar con precisión todo lo que nos rodeaba.

En el centro de la isla, donde el invierno reinaba supremo, se encontraba el magnífico palacio de piedra y cristal. Sus muros imponentes estaban hechos de piedra grisácea, que había sido esculpida con intrincados grabados y esculturas que representaban escenas de triunfo y conquista.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora