Capítulo 7: Algo más que la nada.

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El Sello del Dios, un artefacto mágico, como muchos otros, que contenía un poder único y diferente. Mientras los hornos, las espadas, los escudos, y el resto de artefactos se especializaban en ayudar a su portador a conseguir mejores habilidades y aumento en su maná, aquel en específico era todo lo contrario. Este sello, como bien lo decía su nombre, era capaz de sellar todas las habilidades mágicas del invididuo que lo llevaba consigo. Este se implantaba de manera natural en alguna parte del cuerpo de aquel que lo portaba. Era capaz de omitir por completo los poderes, las habilidades e incluso el maná.

Para una criatura mágica de bajo maná innato, la implantación de un Sello del Dios suponía la omisión se sus poderes de manera perpetua.

Mientras que por el contrario, para una criatura mágica con alto nivel de maná innato, el sello solamente supondría la omisión de su poder durante algunos años y a su vez, ayudaría al crecimiento de la magia. En situaciones extremas, donde los sentimientos del individuo pudieran descontrolarse, el sello se rompería por completo, liberando una gran cantidad de poder.


Acabábamos de llegar a la siguiente isla, donde el otoño reinaba eterno, la Isla Ígnea, un lugar de fuego y pasión. El palacio real lucía una imponente estructura de piedra volcánica y se alzaba sobre la isla como un faro de poder y majestuosidad.

El Alto Lord Ignis y la Alta Lady Ember gobernaban la isla con sabiduría y justicia. Ignis, con su cabello llameante y ojos que brillaban como brasas, poseía el poder de controlar el fuego. Ember, con su piel bronceada y cabello color ámbar, tenía dominio sobre la tierra.

Su hija, Cinder, era una joven de espíritu libre y ardiente. Heredó los poderes de fuego de su padre y la conexión de su madre con la tierra. Su cabello era tan dorado como el mismísimo sol y sus ojos brillaban con una chispa traviesa.

A penas terminaron los saludos, entramos en el palacio. El lugar estaba adornado con intrincados grabados que representaban escenas de batallas y celebraciones. Las antorchas ardían eternamente en los pasillos, proyectando un cálido resplandor sobre las paredes de piedra.

Cinder me acompañó hasta la habitación que me había sido asignada, que esta vez era individual.

En la recámara había una espaciosa cama con mantas de un color carmín similar al de la sangre. Un alto closet de abedul con dos pequeñas mesas de noche a juego y una puerta que era la entrada del baño. En una de las esquinas del cuarto, había otra puerta que daba a un pequeño balcón que tenía vista hacia el bosque.

En unas horas habría un baile, por lo que aproveché para descansar del largo viaje. Al despertar tomé un baño y luego comencé a prepararme. Opté por usar un vestido blanco y corto de mangas largas y acampanadas. Con un escote de corazón lleno de gemas azules, un cinturón que se ajustaba a mi cuerpo y una falda que caía en corte de princesa. Me hice un moño en el cabello y usé unos zapatos altos y negros.

Al estar lista, me dirigí hacia el salón. Nuevamente tuve que descender por unas escaleras que le permitían ver a todos los invitados quién bajaba por ellas. Los rostros de cientos de desconocidos me recibieron en cuanto llegué al salón.

Una suave melodía comenzó a sonar y un montón de parejas se unieron para bailar dejándome sin salida. Nuevamente, Zayn aprovechó la oportunidad para tener un acercamiento a mí. En cuanto estuvo ante mí, me tomó de la cintura, pegándome a su cuerpo. Comenzamos a bailar despacio mientras yo rezaba internamente para que aquel momento terminaste lo antes posible.

-Creo que me debes un beso. -dijo sonriendo ladino.

-No te atrevas a mencionar algo como eso nuevamente Zayn. Porque prometo que si lo haces voy a matarte, y ten por seguro que voy a disfrutarlo.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora