Capítulo 20: Amenazas.

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No recordaba la última vez que habían sentido la suavidad de las mantas sedosas acariciar mi cuerpo y la comodidad del colchón debajo de mí.

Dormí como no lo había hecho nunca, y en cuanto mis ojos se abrieron y detallaron el rostro de la chica que me había hecho compañía durante los últimos días, los recuerdos de todo lo que había sucedido en las mazmorras me golpearon con fuerza.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia el armario en búsqueda de un vestido que fuera cómodo. Tomé un corto vertido amarillo y me lo puse con rapidez.

Evitando perder el tiempo, acomodé mi cabello en un moño alto y salí de mi habitación. No sabía con exactitud cuántos días había pasado en aquel lugar.

Llegué al comedor y en cuanto el satisfactorio olor de la comida que Anne preparaba me dió de lleno, el estómago se me revolvió hambriento y la boca se me hizo agua.

Los tres integrantes de mi familia me miraron con sorpresa y en los ojos de tía Lyanna pude observar el alivio al verme aparecer. Sin prestar atención ni tan siquiera a la conversación que mantenían, tomé asiento donde habitualmente lo hacía.

-¿Dónde estuviste? -preguntó Ford.

Posé mi mirada sobre la suya y me guardé la furia que estaba sintiendo, en otro momento tendría una conversación con él y estaba segura de que obtendría un par de respuestas.

-En la frontera. -contesté escueta.

-¿Dos semanas?¿Qué hacías allí?

¿Había estado dos semanas completas viviendo debajo del palacio?

Tenía sentido, después de todo, no había llevado la cuenta exacta de cuánto tiempo había estado en las mazmorras.

-Estaba intentando subir el nivel de mis bestias. -aseguré y lo miré con la falsa confirmación de mis palabras en mi mirada.

-¿Por qué? -cuestionó.

-Porque no pienso ser una esposa búcaro que luzca lindos vestidos y se abanique en el jardín mientras mi reino libra una batalla campal. -expliqué.

Ford guardó silencio y agradecí aquello. Finalmente, Anne trajo los aperitivos y sentí que había llegado la gloria. No me había dado cuenta, pero ya era la hora de la cena y yo había dormido prácticamente todo el día.

Tomé dos filetes de carne de cerdo con una salsa de tomate y papas, un puré de patatas con mejor pinta y sabor que el que había comido en las mazmorras y una bebida de limón.

Disfruté de aquella cena con mi vida. Sentía los sabores salados y la jugosa carne llenando mi boca y conquistando mi paladar, la bebida aliviaba mi garganta y mi estómago no pudo hacer más que agradecer la deliciosa comida que Anne había preparado.

Esta vez, fui la última en terminar de comer y levantarse de la mesa. Con una servilleta limpié mis manos y boca, y luego me dirigí hacia la cocina.

Apenas entré, una Anne que limpiaba con cuidado la mesa dónde los seres de servicio cenaban, me saludó.

-Hola mi niña, hacía días que no te veía por aquí. -sonrió y abrió sus brazos para envolverme en un abrazo lleno de amor. -¿Qué te trae por aquí? -inquirió con dulzura.

-¿Podrías llevar a mi habitación una bandeja con comida y postre, por favor? -pregunté.

-¿Acaso tienes un enamorado secreto? -rió con coquetería. -Pero, ¿no se casará usted con el joven de la Isla Glacia?

-Sí, pero dime Anne, ¿acaso jamás te has enamorado del hombre incorrecto?

La nostalgia envolvió su mirada y el brillo de los recuerdos se dibujó sobre ella. Sonrió, nuevamente, y se dió la vuelta en silencio para preparar rápidamente la bandeja.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora