Capítulo 3: Pequeña mentirosa.

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Sentía el cálido sol de verano sobre mi cuerpo, el viento fresco acariciando cada parte de mi y el olor salado del mar. La vista era preciosa, un agua turquesa envolvía el panorama y la arena dorada, que parecía diminutos granitos de oro, lo complementaba. Pero había alguien que robaba toda mi atención.

Ella tenía el cabello tan oscuro como la misma noche y los ojos tan azules como el propio cielo, de labios rubíes como las cerezas y mejillas rosadas. Era preciosa, pero no como esas cosas de la vida de las cuales se reconoce su belleza, sino con aquella preciosidad hipnotizante que no te permite mirar hacia ningún lugar más allá de ella. No era consciente de lo que sus sonrisas regaladas producían en mi corazón, ni de como sentía que el mundo se detenía cada vez que tomaba mis manos entre las suyas para invitarme a nadar con ella.

-Cuando cada gota de agua salada de este inmenso mar desaparezca, entonces yo me olvidaré de ti.-prometí.

No creí posible encontrarme a estas alturas de la noche con alguien tan cerca de la frontera, y mucho menos que ese alguien fuese ella

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No creí posible encontrarme a estas alturas de la noche con alguien tan cerca de la frontera, y mucho menos que ese alguien fuese ella.

Ya no llevaba la inocencia dibujada en sus ojos, tampoco me regaló una sonrisa llena de alegría como solía hacer.

El azul de sus ojos se había vuelto de un cerúleo brillante, llevaba el cabello más largo y una máscara de indiferencia adornaba su rostro.

Le había preguntado aquello con la intención de fingir que había olvidado quién era. Sabía que aquello haría su sangre ebullir de la furia, y la mirada que me había dirigido me lo confirmó.

Que ingenua era. Como si yo fuese capaz olvidarla.

-Me pregunto lo mismo, ¿qué hace usted solo a estas horas de la noche? -inquirió.

-Buena pregunta, pero dado el caso de que yo le pregunté primero espero que pueda responder.

-Me gusta merodear por el bosque, que puedo decir, la noche parece ser bastante atrayente -aseguró -¿Y usted, también es un aficionado a la noche?

-Puede ser posible. Si desea puedo acompañarla a casa. -sugerí sabiendo a la perfección que ella se negaría a mi propuesta.

Verena se quedó en silencio como si estuviese sopesando mi sugerencia.

-No creo que sea justo que usted me acompañe hasta mi hogar y luego deba volver solo, iré por mi misma, pero gracias por la sugerencia -al pasar por mi lado dispuesta a irse tomé su mano en un rápido impulso.

-¿No me dirá siquiera su nombre? -pregunté fingiendo, nuevamente, no reconocerla.

-Chloe, ese es mi nombre. -mintió descaradamente.

Después de dejarla ir, seguí mi camino por el bosque hasta llegar a las afueras del mismo. Cuando sobre mí solo se encontraba el inmenso cielo nocturno lleno de pequeños destellos dorados. A través del vínculo que compartía con mi bestia mitológica, Onyx, lo llamé para dirigirnos juntos hacia el palacio, puesto que estaba bastante lejos de aquel lugar.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora