Capítulo 4: La chica del espejo.

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La oscuridad se había adueñado de los cielos y la lluvia seguía mojando las calles de la ciudad. Los truenos sonaban cada vez más altos y los relámpagos iluminaban las alturas, como si temieran quedarse a oscuras durante tanto tiempo.

La molestia que, usualmente no se despegaba de mí, hoy parecía querer estar abrazada a mi cuerpo con más ahínco, con mayor desespero. En todo el día no pude hacer nada para encontrar a Lyra, ni siquiera podía usar mi celular pues, debido a la lluvia, la señal se había afectado y no había conseguido encontrar ningún resultado que me convenciera.

Quizás ya venía siendo hora de desistir de ese tonto sueño, de abrir mis ojos y ser capaz de observar detenidamente todo aquello que me rodeaba. Me costaba admitir que no odiaba vivir en este lugar que, en realidad, me gustaba sentir que nadie me conocía verdaderamente, que no tenía una obligación que pesaba toneladas sobre mis hombros, que yo podía elegir cómo vivir, si deseaba permanecer oculta entre las mismas sombras que siempre me habían arropado, o si quería dejar que la luz alumbrara cada esquina de mi cuerpo.

La idea de volver a Aethel era como una cuerda gruesa y embarrada de una clase de veneno diferente, uno que se adhería a la piel y atravesaba cada una de sus capas hasta que se introducía en el sistema y terminaba por llevarse mi vida. No tenía ninguna intención de regresar, no quería encontrarme con un escenario tétrico en el que la vida que había conocido se acababa y se volvía una mala obra de teatro con un triste y dramático final.

A pesar de que no había logrado encontrar mi lugar en este mundo, tampoco lo había hecho en Aethel y la gran diferencia era que allá, donde el poder es lo único que importa, estaba obligada a interpretar mi papel de princesa sin magia. Pero, aquí podía ser lo que yo quisiera, podía vivir callada y observando cada movimiento de aquellos que me rodeaban, o, por el contrario, podía reír con el alma y ser tan ruidosa, tan evidente, como deseara.

Quizás podía quedarme un poco más, aunque no obtuviera nada de éxito en la búsqueda de mi madre, podía intentar encontrar mi lugar, encontrarme a mí misma. Pero, para ello, necesitaba terminar con las cadenas que aún me ataban a un único propósito, necesitaba averiguar si Lyra realmente se encontraba en aquel lugar del que Morana no me había dicho nada.

Tomé mi celular y sin permitirme pensarlo dos veces, le escribí a mi amiga y le pedí que me mandara la ubicación de la dichosa casa. Claro que, lo había hecho creyendo que ella ni siquiera vería mi mensaje debido al percance que había tenido, sin embargo, no tardé en ver como las dos palomitas del mensaje tomaban una coloración azul.

MoranaNo puedo arriesgarme a que vayas sola y te pase algo, mañana apenas termines las clases llámame y prometo que iré contigo.

VerenaNo sucederá nada, mi hermano irá conmigo, pero, necesito que me mandes la ubicación.

Luego de algunos minutos seguía sin tener una respuesta de ella, aunque sabía que había visto el mensaje. Sintiéndome frustrada, dejé el celular de lado y me levanté de la cama dirigiéndome a una de las repisas que tenía para coger el libro que había estado leyendo en mis pocos ratos libres.

No había dado ni dos pasos cuando mi celular emitió un pequeño sonido indicándome que me había llegado un nuevo mensaje. Enseguida tomé el aparto entre mis manos y visualicé la dirección de la casa en la que esperaba que Lyra estuviera.

Abrí el armario y rebusqué entre la ropa que había allí hasta que logré encontrar aquello que estaba buscando. Cuando vine de Aethel, las cosas que traje dentro de la pequeña maleta fueron algunos atuendos, pues no sabíamos cuantos días nos tomaría asentarnos en el lugar, y algunas de mis dagas.

El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora