Capítulo 37: Amigos y Familia. Ultima Reunión.

336 18 11
                                    

Terrenos de Hogwarts

Lunes 22 de Junio 1995 — 05:21 pm.

Después de una extraña clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, donde los pocos escregutos que quedaban vivos se la pasaron dando problemas. Harry se despidió de Hagrid con una sonrisa y se adentró en el Bosque Prohibido. Siguiendo un sendero secreto, sus pasos lo llevaron hasta un árbol chueco donde un cuervo lo esperaba pacientemente. Con un graznido bajo, el ave emprendió vuelo, guiándolo a través de la espesura hasta un pequeño claro.

Allí, oculta entre las sombras crecientes del atardecer, se alzaba una casa del árbol, el refugio de las Alas Negras. Ese lugar, que inicialmente estaba destinado para entrenar para el Torneo de los Tres Magos, se había transformado en un santuario de paz y reflexión para Harry.

El cielo amenazaba con desatar una tormenta, las nubes eran grises y el aire cargado con aroma que presagiaba la llegada de la lluvia. Harry se acercó a las orquídeas de fuego que había plantado cerca del árbol de la casa.

Las orquídeas había sido principalmente un regalo de Neville para Emely. A la chica le habían encantado todo sobre ellas cuando fueron el tema a tratar en una de las clases de herbologia. Y Neville logro conseguir algunas para ella, así que decidió plantarlas cerca del árbol de la casa. Las flores, con sus pétalos ardientes y vivaces, necesitaban protección de la inminente humedad. Con movimientos precisos, Harry conjuró varios hechizos imperturbables, formando un escudo invisible que repelería el agua.

Gracias a Neville, había descubierto la serenidad que ofrecía la herbología. Cuidar de esas flores se había convertido en una tarea que le brindaba calma y le permitía alejarse de las exigencias de su vida como mago y estudiante. Y aunque se supone que Emely era la que debía cuidar de ellas, Harry tomo muy en serio lo que dijo la chica de Slytherin cuándo se las entrego para que las plantara: "En realidad soy mala para cuidar cosas... más si están vivas" por lo que Harry termino por encargarse de ellas.

Mientras el primer goteo de lluvia comenzaba a caer, Harry observó satisfecho cómo las gotas rebotaban sobre el escudo mágico, dejando intactas las orquídeas de fuego. En ese momento, en la tranquilidad de su refugio secreto, se sintió verdaderamente en paz.

Era un lugar en el que se podía alejar del bullicio del castillo, que con la cantidad de estudiantes extranjeros se podía sentir sofocante en ocasiones, más cuando se acercaba la tercera prueba y todos los ojos estaban sobre él.

Al día siguiente seria el día de la visita familiar para los campeones del torneo de los tres magos. Eso lo hacía sentir algo entristecido. Sabía que sería el único que no podría participar. Los Dursley detestaban la magia y todo lo que proviniera de ella, por lo que jamás estarían dispuestos hacerle una visita en Hogwarts. Algo que Harry agradecía enormemente, no soportaría tener que pasar un día con ellos mientras intenta concentrarse para la tercera prueba. Pero aun así le hubiera gustado tener a alguien que lo acompañase como al resto de los campeones. Pensó por un momento en Sirius, que por obvias razones no podría estar junto a él. Luego maldijo en sus adentros a Voldemort y sus seguidores. Que habían arruinado a su familia para siempre.

Harry recordó por un momento la imagen que vio cuando era más joven en el espejo de Oesed. Como su padre y su madre lo miraban con tanto orgullo y ternura. Como si no pudieran creer que su hijo hubiera crecido tanto desde la última vez que estuvieron juntos. Y aunque Harry nunca los conoció, dentro de su pecho sabía que los extrañaba. Siempre se imaginaba como hubiera sido su vida con sus padres. Seguramente hubiera montado una escoba a una edad más temprana, quizás incluso hubiera ido de vacaciones con ellos y tendrían un montón de fotos familiares que podría llevar consigo en su baúl cuando viniera a Hogwarts.

Harry Potter: El Cuervo Entre el Ciervo y la Nutria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora