"Al nacer, el universo tuvo su momento estelar: las flores se inclinaron, el cielo se aclaró, los pajaritos entonaron su melodía más hermosa y el sol brilló con más fuerza. Según mamá, todo esto sucedió gracias a mi llegada, ¡y quién soy yo para con...
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"No solo es un Dios poderoso, es un Jackson"
Cuando llegué al mundo, la tierra tembló, el sol decidió brillar aún más fuerte, y hasta las aves guardaron silencio. ¡El universo entero se paralizó, cariño! ¿Por qué? Porque tu servidor, el magnífico yo, estaba haciendo mi gran entrada triunfal. Y claro, para completar la escena, tuve que romper el silencio con mi imponente llanto. ¿Y sabes qué? Según mamá, fue mi llanto lo que puso todo en marcha de nuevo. Pero, ¿quién soy yo para discutir con ella? Después de todo, ¿no soy yo el centro del universo?
El ser más increíble de este universo acababa de nacer, el hijo de la gran Merlia Reah Jackson nació.
Desde ese momento, todo el mundo supo que estaba destinado a grandes hazañas. ¿Cómo no podrían saberlo? ¡Hasta el viento susurraba mi nombre en reverencia y las olas se inclinaban ante mi presencia! Ah, la vida de un Dios como yo, llena de grandiosidad y arrogancia a partes iguales.
Y bueno, ahora aquí estoy, conquistando el mundo con mi presencia divina y mi carisma inigualable. ¿Quién necesita una profecía cuando se es el epítome de la grandeza? ¡Los dioses mismos me miran con envidia y los mortales ruegan por un simple roce de mi imponente presencia!
En resumen, mi querido amigo, soy yo, Vincent Jackson el Magnífico, quien lleva la antorcha de la grandeza hacia el futuro. Y no hay profecía que pueda contradecir eso.
Bueno, aunque madre siempre logra bajarme de esa nube.
—Escucha, Vincent Jackson Olympus —Madre me señala con su dedo acusador—No me parece gracioso que estés enamorando a las Ménades.
—No las enamoro, mamá, ¡ellas se enamoran solas!
Escuché cómo el tío Apolo soltó una risa que se extinguió al instante al ver la mirada de mamá fija en él.
—¡Vincent!
Solté un suspiro agotado al escuchar el grito de mi hermano Pólux, quien se acercó a mí sosteniendo unas plantas más secas que el abuelo Zeus.
—Las dejaste morir, ¿qué parte de riega diariamente no entendiste?
—La parte de hacerlo diario.
Mamá golpeó mi brazo, sacándome un grito dramático. Era gracioso, porque mamá no me llega ni a los hombros; es tan bajita que parece un minion enfadado. Y, como siempre, el tío Apolo estaba listo para ofrecer su comentario sarcástico.
—Bueno, al menos has encontrado una forma de mantener a raya a las Ménades, Vin.
—Apolo no lo apoyes—Mamá miró al tío con falsa indignación, pero sus ojos delataban el cariño que sentía hacia él—Las pobres chicas están a segundos de unirse a la caza de Artemisa.
—Ah, sí, claro, mamá, respecto a las plantas, solo las estaba ayudando a apreciar el arte de la supervivencia —dije, tratando de mantener una expresión seria mientras mamá me lanzaba una mirada de advertencia—. Además, ¿no dicen que las plantas secas están de moda esta temporada?
