"Al nacer, el universo tuvo su momento estelar: las flores se inclinaron, el cielo se aclaró, los pajaritos entonaron su melodía más hermosa y el sol brilló con más fuerza. Según mamá, todo esto sucedió gracias a mi llegada, ¡y quién soy yo para con...
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"Un leon, una muy sarcástica Merlia y un odio latente"
—No os mováis.
—Oh por todos los dioses—Susurre extasiada, viendo cómo sus dientes relucieron al rugir—Es una belleza.
—¿Y ella es la adulta de la situación?
—Zoe Belladona entrate tu comentario por el cu...
—No es momento—Dijo Thalia.
—Separense cuando de la señal—Ordenamos Zoe y yo a la vez, sonreí levemente—Intente distraerlo.
—¿Hasta cuándo?—Preguntó Grover.
—Hasta que encontremos una manera para asesinarlo—Respondió Zoe—Ahora.
Me alejé del grupo, tomando impulso mientras observaba a los demás enfrentarse al monstruo. Bianca y Zoë lanzaban flechas desde la cápsula de Apolo, pero ninguna parecía hacer mella en la bestia. Grover, con su flauta en mano, empezó a tocar una melodía frenética, atrayendo la atención del león hacia él. Thalia se interpuso en su camino, levantando el Escudo de la Égida, y la fiera retrocedió gruñendo, como si el mero contacto con el escudo la abrasara.
Vi la oportunidad y aproveché el momento. Con un salto ágil, esquivé un zarpazo del león y aterricé con gracia a su lado. Con un rápido movimiento, desenrollé mi látigo, haciéndolo silbar en el aire con un crujido amenazante.
El león rugió furioso ante mi desafío, pero yo no me amilané. Con destreza, comencé a danzar alrededor de él, esquivando sus embestidas con volteretas y saltos acrobáticos. Cada movimiento era calculado, cada latigazo dirigido con precisión hacia su imponente figura.
El monstruo gruñía y lanzaba zarpazos al aire, pero yo mantenía mi enfoque. Con un movimiento rápido, dirigí mi látigo hacia su melena de león, enredándolo con fuerza alrededor de su cuello. La bestia rugió de dolor y furia, pero yo no cedí. Tiré con todas mis fuerzas, aferrándome al látigo como si fuera mi única arma contra el peligro que se cernía sobre nosotros.
Los demás continuaban su lucha, pero en ese momento, era como si solo existiera el león y yo, en un enfrentamiento épico que decidiría el destino de todos nosotros. Con cada tirón del látigo, podía sentir cómo se acercaba la victoria, cómo cada esfuerzo valía la pena en la batalla por la supervivencia.
El león logró liberarse de mi agarre con un violento sacudón, lanzándome por los aires. Aterricé en uno de los bancos cercanos, soltando una carcajada mientras me ponía de pie de un salto. De repente, el león de Nemea saltó hacia nosotros, desatando el caos en un instante.
Cada uno de nosotros actuó por puro instinto. Percy desenvainó Contracorriente con destreza, lanzando un mandoble certero que, en cualquier otra criatura, habría sido mortal. Sin embargo, el león apenas soltó unas cuantas chispas ante el ataque del arma celestial.
