En las noches frías y oscuras en la plena entrada del invierno, hay muchas cosas no muy agradables aparte del frío o de la soledad de las calles. Imaginad quién es el que deambula por ellas como si de un alma en pena se tratase y es que, saber que tu muerte está cerca causa cierto pavor. Daniel nunca tiene miedo, pero veremos si al ver a su contrincante sigue con el sentimiento de coraje que tan marcado y tan bien sabe expresar siempre.
La ciudad se le antoja demasiado pequeña en esta ocasión, e incluso sórdida, pero no es de extrañar, pues de nuevo, se encuentra en el barrio más pobre y mísero. Eso no parece afectarle, solo desea que todo acabe pronto.
Unas horas más tarde de haber entrado por la puerta del local donde tendría lugar la pelea, sale un Dani completamente diferente al que entró. Los ojos inyectados en sangre, en rabia. Retorcido ligeramente de dolor en la zona de las costillas y con algún que otra herida por el resto del cuerpo.
Sabe que no puede ir a ningún lado, sin embargo, no desea quedarse allí ni por los alrededores.
Necesita un par de segundos para recomponerse. Solo eso.
Se apoya como puede contra la pared de un edificio y tras mucho esfuerzo, consigue agacharse hasta sentarse en uno de los portales. Apoya la cabeza contra la puerta y mira al cielo. No ve nada. Ni siquiera se ven las estrellas, porque entre el oscuro cielo solo se divisan algunas nubes oscuras que avecinan tormenta. Saca de uno de los bolsillos de sus pantalones, ligeramente molesto por el dolor, una cajetilla de tabaco.
De ella, saca un cigarro y lo posa entre los labios. Lo enciende y guarda de nuevo la cajetilla, a pesar de volver a sentir un dolor punzante al estirarse para poder colarla dentro del bolsillo.
Y allí se queda hasta que el cigarrillo se consume. Sentado, mirando a la nada y respirando un aire que no le sabe a victoria como él esperaba.
Tras pensárselo bastante, se levanta de mala gana. No sabe adónde ir, de nuevo. Su casa está vacía y sabe que debería ir a cambiarse y echarse a dormir.
Pero el deber no es siempre lo que uno desea hacer. Aún así, se levanta como puede, apoyándose sobre la pared de nuevo, hasta conseguir ponerse de pie y empezar a caminar lejos de aquellas calles destartaladas y del frío que corre tras ellas.
El recorrido que coge es algo más largo de lo normal, haciendo que pase por algunas de las discotecas de la ciudad más concurridas. Los adolescentes se aglomeran en el exterior en largas colas para entrar o se encuentran en grupos hablando o fumando.
Algunas de las chicas se comen con la mirada al chico, que lejos de prestarlas atención, mantiene su mirada en el suelo fijamente perdida en sus pies que no se detienen. Y dentro de un grupo de chicas, la atención por parte de una de ellas, es máxima.
Una chica rubia, con una ligera coleta y unos cuantos mechones cayendo por su cara, se despide de sus amigas y termina por acercarse hasta el chico con paso ágil intentando cogerle hasta colocarse al lado sin dejar de caminar en ningún momento.
— Dani.
Solo esa voz, suave y arrolladora consigue sacar al chico de su trance personal, para posar la mirada en ella. De nuevo, ella. Sara.
De repente, sus pasos se detienen automáticamente.
— Sara... —Consigue articular él con un tono demasiado suave para lo que acostumbra.
Ella parece pensarse mucho más sus palabras una vez que él decide parar sus pasos, haciendo que ella también le copie. Solo consigue en un principio lanzar un profundo y duro suspiro que hace que en su interior, las palabras vuelvan a pensarse detenidamente. Y ante el incómodo silencio, él prefiere intervenir.
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Bajo vigilancia.
Teen FictionDescubrir que la vida tiene sus inconvenientes puede ser un duro golpe, más aún cuando eres joven y crees que eres invencible. En esta historia, sus protagonistas se van a enfrentar a su propio destino, creyendo estar preparados y encontrándose con...