Capítulo 18.

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Las vacaciones de ensueño en Miami empezaban a llegar a su fin, haciendo que todos tuvieran que rehacer sus maletas y coger otro infernal e interminable vuelo de vuelta a España. Los primeros en abandonar aquella casa fueron Irene y Rodrigo, teniendo un vuelo a las siete de la tarde, haciendo que desaparecieran nada más terminar de comer. A la hora de las despedidas, todos fueron hasta el hall para hacer lo propio y desear un feliz vuelo, al cual, Dani se unió en el último minuto a regañadientes. Carlos, por el contrario, ni siquiera apareció. A todos les pareció extraño, sin embargo, Sara salió al rescate dándoles a entender que se había dormido tarde y aún seguía encerrado en su cuarto, seguramente durmiendo como un lirón. Helena prefirió mantenerse en silencio y dejarle una mueca de agradecimiento a la chica por haber despejado las sospechas que pudieran haber quedado en el ambiente por aquella situación.

Los siguientes fueron Daniel y Sara, su vuelo estaba programado a la misma hora que la de Carlos y Helena, pero la ansiedad de ambos por no llegar tarde o perder el avión, les hacía preferible esperar una infinidad de horas antes en un incómodo banco del aeropuerto que aguantar en casa. Helena seguía prefiriendo ir con ellos y esperar a tener que aguantar la tensión terrorífica que aún se mascaba en el ambiente cuando estaban a solas Carlos y ella, pero no le quedaba otra opción, pues era quien tenía las llaves y debía ser la última para cerrar la puerta tras ellos. Carlos aún no había salido de su cuarto, tampoco había querido molestarle, ni preguntarle cuanto más tardaría, pero la impaciencia la comía por dentro y empezaba a dudar si llegarían a tiempo.

Estaba a punto de tocar a la puerta, cuando la puerta se abrió de golpe. El chico ya tenía la maleta en la mano y nada más verla, se paró en medio del pasillo para observarla y calcular si la situación seguía igual. Aún era peor. Helena odiaba tener que admitir que aquello era culpa suya, más aún con su orgullo de por medio y los problemas que ambos habían tenido en el pasado, de los cuales, muchos no habían sido por ella. Mientras echaba mierda hacia él por no tener que pensar en la suya, se gritaba que la actitud en la que se estaba enfocando no solucionaría el mal trago que iba a tener que pasar en el tiempo que estuvieran juntos hasta el aeropuerto.

- ¿Ya estás preparado? -Preguntó tras fijarse, por fin, en su maleta.- Pensé que estarías aún durmiendo.

- ¿Durmiendo? -No parecía dar crédito a las palabras de ella.- Se supone que en dos horas tenemos que estar en el aeropuerto porque en tres y media volamos de vuelta.

- Lo sé, pero no tenía muy claro si tú también.

No había sido una pulla, al menos, no en su cabeza. El tono delataba otra cosa, pero Carlos no estaba para darle vueltas o ponerse a la defensiva, dejó exhalar un suspiro profundo y se encogió de hombros intentando no darle importancia a la situación que estaba viviendo en aquel preciso momento y de la cual quería librarse cuanto antes.

- ¿Tú ya estás lista?

- Sí, tengo la maleta en la puerta. Voy a llamar al taxi.

Con ese último comentario, ella se puso a buscar el teléfono mientras que él bajó la maleta hasta dejarla al lado de la otra que ya estaba esperando en la puerta. Se quedó observando el hall y cuando pareció cansarse de observar la decoración, esperó sentado en una banqueta que encontró, a la esquina de la sala. Helena bajó poco después y se apoyó en su gigantesca maleta. El silencio incómodo tan habitual había vuelto y ninguno parecía querer romperlo, aunque por dentro deseaban que se terminara de una vez. El orgullo de Helena hacía totalmente imposible que eso se cumpliera por su parte. Por la de Carlos estaba también complicado, pero parecía que no tanto, cuando abrió la boca y nos dejó a todos atónitos llegando a ser muy amable.

- No te culpo por todo lo que ha pasado. -Terció a decir. Helena no comprendía nada, yo aún menos, desde luego.- Estaba asustado, sentía que la única persona que merecía mi atención cuando pasó lo de Julia, era Rodrigo. Acabábamos de perder a alguien cercano, ¿sabes? Me sentía perdido y él me entendía, por eso me comportaba así, nunca llegué a imaginar que eso te haría alejarte de mí y acercarte a él.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora