28. Un adiós.

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— ¿Cómo eres tan gilipollas?

— Dani, no puedo seguir así. Y es ella quien lo ha decidido.

— Ella está dolida. Rota por lo del accidente, ¿y tú la dejas?

La discusión entre los dos chicos empezaba a oírse fuera incluso de la habitación de Carlos, haciendo que todos los que están fuera de ella, escuchen con toda perfección.

— Dani, no me estás escuchando. —Suelta de repente más cabreado que antes pero no hasta el punto que lo está su amigo.— Ella me ha dejado.

— Creo que el que no me está escuchando eres tú. Te digo que está dolida y por eso está a la defensiva. Ella te quiere y lo sabes.

— Ya sé lo que vas a decir otra vez. Y no quiero volver a eso.

— ¿Qué voy a decir? —Pregunta Dani en un tono muy retante.

— Vas a recalcar el hecho de que la engañé y que ella me perdonó. Vas a volver a soltarme ese rollo para decirme que lo hice mal y que ella me quiere por encima de hasta ser engañada, con el alto y enorme orgullo que Helena tiene.

Y efectivamente. Eso era lo que Dani quería soltarle rápidamente a la cara. Espetárselo rudamente para dejarle fuera de juego, pero él se había adelantado a su movimiento. Quizá estuviera perdiendo facultades sobre eso de ser imprevisible.

Ambos chicos parecían querer lanzárse al cuello del otro con rapidez, y yo supongo que es por el poco respeto que se quedan el uno del otro. Daniel mira al chico que tiene delante con una mezcla entre desprecio y extrañeza. Mucho han cambiado las cosas.

— Te arrepentirás de esto. —Suelta con mucha brusquedad, acercándose de manera tempestuosa sobre la puerta.

Carlos le observa como si estuviera completamente loco y acabara de amenazarle de muerte. Algo que no es tan raro en su amigo. Le había visto demasiadas veces hacerlo, y sabía que si iba en serio, acabaría arrepintiéndose con creces.

— Dani, ¿es una amenaza? —Pregunta incrédulo sin perder la mirada de él.

El chico se gira una vez que escucha la pregunta y niega repetidas veces. Lanza un profundo suspiro y le observa atentamente, deseando que su respuesta sea un simple no. Pero no todo es lo que deseamos, ¿verdad?

Daniel parece pensárselo unos segundos, pero no duda en cuanto a la expresión seria en su rostro.

— No lo es. Simplemente, ya recuperarás la poca cordura que siempre has tenido. —Y tras decir eso, el chico desaparece tras cerrar la puerta con un sonoro portazo que de nuevo, vuelve a sorprender al chico que se ha quedado allí, mirándola como si le fuera la vida en ella.

Y por el contrario, Dani no mira atrás. Sigue su camino sin terminar de decidir hacia donde ir.

Piensa en lo que ha hecho en los últimos días. No se le ocurre otra cosa que pensar en Helena y en lo mal que lleva desde que salió del hospital. Apenas sale de su cuarto y no parece querer hacer caso de nadie, ni siquiera de sus padres. Los cuales, llevan semanas apalancados en casa cuidándola como si fuera una huerfanita a la que han pegado una fuerte paliza.

Eso de que por allí merodee toda la familia, no le ha hecho ni una pizca de gracia a Daniel, que tan acostumbrado a su intimidad y soledad. Lo bueno que tenía todo ello, es que si aparecía con un golpe de más, apenas podían darse cuenta, ya que estaban las veinticuatro horas del día agobiando a Helena y no a él.

Lanza un profundo suspiro y se detiene para pensar con claridad hacia donde caminar en ese momento. No lo tiene muy claro, pero sabe que no desea volver a casa y encontrarse con toda la familia. Ya tenía demasiadas peleas a diario como para meterse en una en sus ratos libres. Además, las peleas de familia eran del tipo que Dani no soportaba, las verbales. En esas no había puñetazos, había puñaladas traperas y falsedad allá donde mirara. No soportaría escuchar a su padre ni una vez más que debía cuidar más a su hermana.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora