En los meses siguientes, Carlos había recuperado toda la confianza en sí mismo y su relación con todos había mejorado gratamente. Helena empezaba a pensar que quizá el que hubiese perdonado a Rodrigo no fue tan mala idea, pero, a pesar de esos pensamientos, cuando él estaba cerca no podía quitarle los ojos de encima, pensando que quizá en cualquier momento llegaría su golpe final para hacer daño.
Ese momento, nunca llegó. La confianza estaba siendo fuerte entre ambos chicos y ella podía verlo. Le molestaba que así fuera, pero sabía que haría cualquier cosa porque el ánimo de Carlos volviera a estar vigente, incluso aguantar al idiota de Rodrigo, que no paraba de mirarla de manera condescendiente, casi como si dijera: "ya te advertí que no te necesitaba para mejorar, sino a mí".
Sara, por su parte, seguía intentando olvidar al chico de sus sueños, pero no parecía verdaderamente capaz de hacerlo. Estaba enfrascada en sus queridos libros a los que no perdía de vista, a excepción de cuando Rodrigo o Helena estaban cerca de ella.
Y finalmente, estaba Daniel, que lejos de intentar olvidarla, deseaba recuperarla. La conocía y desde luego, sabía que Sara no querría saber de él, al menos, hasta que todo el enfado de su última conversación se disipara por completo. Era rencorosa y no se le olvidaban las cosas con tanta facilidad como a veces le gustaría. Si hablaban del tema, ella le echaría en cara todo, y él no quería escucharlo. No podría aguantar cómo ella le decía directamente que la había mentido. Era algo que ni siquiera él mismo podía perdonarse, así que, no deseaba escucharlo de sus labios.
Empezó a plantearse si debería olvidarla, pero sabía que no encontraría jamás a nadie que ocupara todo el espacio que había dejado vacío.
Por eso, prefería intentar dedicarse a los libros interminables que se agolpaban sobre su escritorio y los cientos de trabajos que tenía que entregar cada semana. Prefirió centrar su atención única y exclusivamente en su carrera. Y empezaba a preguntarse si realmente había decidido bien.
Cada uno había optado por lo que deseaba desde siempre, incluido Daniel que siempre había soñado con ser abogado, pero no con estudiar todo lo que conllevaba derecho. Sara había conseguido nota suficiente para entrar en biología, mientras que Helena prefirió invertir su tiempo y esfuerzo en arquitectura. Y por último, Carlos, que había elegido medicina. Aparte de que había sido entre los que mejor nota sacaron en los últimos dos años de instituto, a pesar de todas las peleas y líos, parecía casi imposible.
Carlos había conseguido tirar para adelante y empezar a olvidar todo el pasado que le quería ahogar en un enorme vaso de agua. Aquella tarde, fue hasta casa de Helena y tras picar a su puerta, la acompañó hasta el coche. Una vez allí, ella observó que solo estaban ellos dos, completamente solos. Algo muy raro desde que había empezado a llevarse con Rodrigo, que parecía acompañarles a todos lados y a todas horas. Por primera vez, al ver aquello, una sonrisa enorme brotó de sus labios y le dio un beso como modo silencioso de agradecerle aquel pequeño detalle. Él, ligeramente extrañado, rió con suavidad.
— ¿Y esto?
— Bueno, solo es que me apetecía. —Miró curiosa al volante y luego a él.— ¿Adónde me llevas?
— Ah, no. —Dijo él rápidamente mientras la observaba atentamente.— Es una sorpresa.
— Vaya, estás raro hoy. —Contestó ella con tranquilidad, pero con una amplia sonrisa que decía "por fin, después de mucho tiempo, está todo como siempre".
Él no contestó a eso, sino que se puso en marcha con calma. Cuando llevaban bastante rato en el coche, ella observó por la ventanilla qué podía reconocer de todo lo que se podía ver. Y casi en un instante, supo adónde se dirigían.
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Bajo vigilancia.
Teen FictionDescubrir que la vida tiene sus inconvenientes puede ser un duro golpe, más aún cuando eres joven y crees que eres invencible. En esta historia, sus protagonistas se van a enfrentar a su propio destino, creyendo estar preparados y encontrándose con...