Capítulo 6.

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A medida que los meses pasaban, a Helena se le hacía normal la presencia de Rodrigo entre Carlos y ella. Prácticamente, dudaba realmente si había existido algún momento de intimidad entre ambos en cuanto ambos chicos habían aclarado todo y volvían a ser amigos. Y aunque al principio, no podía comprenderlo y el odio por todo lo que él representaba o sentía estaba siempre vigente, al final fue adaptándose e incluso echándole de menos en las reuniones a las que no asistía. Daniel siempre que podía, se escaqueaba de la situación y evitaba contacto alguno si sabía que Rodrigo iba a estar presente.

Ella había preferido mantener en secreto aquel cambio de parecer sobre el chico. Incluso, o incluso mayormente, de cara a él. Prefería que todos creyeran que aún odiaba sus formas y su actitud, porque así sería más fácil y no habría que explicar porqué. Ni siquiera ella sabía porqué. No quería saberlo. Algo dentro de ella le decía que quizá la respuesta no le gustaría.

Se negaba repetidas veces a sí misma que los besos que se habían intercambiado entre ellos, no tenían nada que ver. Pero en el fondo, sabía que la comodidad que había entonces entre ellos, había crecido desde entonces. Por parte de él, que esperaba aún oír de los labios de Helena que estaba perdonado, sentía el remordimiento de haberlos besado. No podía negar que era algo que deseaba hacer desde mucho antes de que ella supiera quién era realmente él.

Aún podía recordar aquel día que la vio hablando a lo lejos a Sara el día en que había ido a buscarla al instituto tras una fiesta. La fiesta del lirio. Tuvo una intensa sensación sobre ella, sin tener muy claro qué pasaría. Y es que ella era diferente, pudo saberlo después de conocerla en aquella cafetería. Estaba claro en la manera que tenía de hablar y de expresarse. Lo que no sabía, es que ella era y sería siempre intocable para él.

Y eso lo hacía más apetecible. Como no, lo prohibido siempre es mucho mejor. Él odiaba reconocérselo, pero odiaba el hecho de que fuera la novia de Carlos, el chico al que le debía tanto, el que ahora era su mejor amigo. Sabía hasta qué punto estaba mal hacerle algo como aquello y por eso, había intentado evitarlo, sin mucho éxito. Aquella chica siempre conseguía hacerle perder los papeles para sacar su parte más profunda. Esa que luchaba por salir, pero que él no se permitía.

Eso era lo peor. Tras discutir, o tras estar demasiado bien a su lado, había salido fuera. Entonces, ¿cómo comportarse con ella? Rodrigo no podía dejar de darle vueltas mientras pensaba en aquel día, en el que había dado aquella estúpida orden. Si no hubiera sido por Carlos, no se lo habría podido perdonar nunca. Ni siquiera después de no haber pasado, la culpa seguía encerrándole en una fuerte jaula de hierro.

El chico se lavó la cara en el lavabo y se miró en el espejo ligeramente adormilado mientras maldecía por dentro haberse pasado bebiendo la noche anterior, ya que su cabeza no paraba de vibrar de dolor como si fuera un tambor. Lanzó un profundo suspiro y pensó en ella. En Carlos. Y finalmente, en Julia. Los recuerdos fueron efímeros, pero punzantes como puñales. Sintió cómo una oleada de frío le recorría la espalda y le impedía mirarse directamente en el reflejo. Salió del baño con paso lento y al entrar de nuevo a su habitación, se preparó con rapidez.

Cogió su móvil y lo miró un par de veces mientras buscaba distraídamente las llaves, pero éstas parecían entretenidas en resguardarse, como jugando al escondite. Finalmente, no tuvo más remedio que levantar la mirada del móvil y buscarlas con más ahínco. No aparecían por ningún sitio, haciendo que él parara sus movimientos para pensar detenidamente qué había sido lo último que había hecho con ellas. Respiró hondo, hasta que repentinamente, miró hacia una silla colocada en una esquina de su cuarto. Sobre ella, los pantalones que se había puesto el día anterior. Sonrió ligeramente victorioso y se acercó hasta ellos para inspeccionar sus bolsillos.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora