Capítulo 22

14 3 0
                                    

En todas las historias hay un final y es justo que lleguemos al de esta. Ya hemos pasado mucho tiempo juntos y esto parecía eterno. Créedme, se me ha hecho más eterno a mí que a vosotros, con cierta diferencia. Si miraramos al pasado, veríamos un lío de personajes, nombres e historias que al principio no parecían tener correlación ninguna, pero que al final, habéis llegado a conocer mejor que incluso ellos mismos.

Antes de terminar y hacer una despedida en condiciones, os voy a contar muy resumidamente, en este y el siguiente capítulo, cómo se han desarrollado en unos meses las dos parejas principales y, como pequeño detalle especial, qué les ha pasado a las que ya hemos dejado, hace un tiempo, atrás.

En los meses siguientes, Sara estaba perfectamente asentada en la casa que Dani había elegido en Madrid. A ella no le había parecido bien decidir en nada de aquello porque aún tuvieron que pasar unos tres o cuatro meses hasta que, por fin, encontró un trabajo en una empresa de investigación cosmética. Sí, de esas que certifican que el pringue que te pones en la cara es apto y no te la va a derretir.

A Dani no le fue mal tampoco, el buffete de abogados para el que trabajaba funcionaba sin parar. Allí conoció a una chica llamada Clara, la cual dio algún que otro problema entre la parejita, era rubia y de ojos azules de escándalo. Igual que nuestra querida Sara, una cerebrito, pero en vez de ciencias, de letras. La mejor en su especialidad, haciendo que Daniel se interesara aún más por ella de lo que le gustaría admitir. Agraciadamente, para ellos, el amor de esos dos todo lo puede y en vez de separarlos, los acabó uniendo aún más.

Al cumplir un año compartiendo piso, pocos meses después del incidente de la abogada con nombre de amiga de Heidi, Daniel fue a comprar helado. Dos tarrinas, exactamente. Una de ellas con el sabor favorito de la rubia, el otro con el suyo. Parecía un día como otro cualquiera, pero no lo fue. Nada más abrir la puerta, la rubia estaba en el sofá, con la manta por encima y la tele encendida. Tenía los ojos rojos y toda su expresión parecía que se echaría a llorar, una vez más, en cualquier momento. Soltó los botes sobre una mesa y se acercó precipitadamente hasta ella.

- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

- Sí. Es solo que me he puesto muy nerviosa y no he podido parar de llorar.

- ¿Pero qué ha pasado?

- Me han atracado. -Confesó ella, con la voz queda aún.- Estaba por la calle, tranquilamente y... no sé. -Parecía atacada, agobiada por la situación.

No hizo falta que supiera más, el chico la acercó a él, abrazándola. La consoló durante horas, hasta que, por fin, se durmió. La llevó a la cama en brazos y, sin perder ni un segundo, intentó conciliar él su sueño también. Sara había puesto una denuncia, la cual, sabían que no prosperaría. Había cientos de rateros por la ciudad, no conseguirían encontrar tan fácil al suyo. Rodrigo lo sabía, en cuanto había podido, se lo comentó a Daniel, sabía que con ella no se podría volver a hablar del asunto y que solo querría olvidarlo.

Al día siguiente de todo aquello, Daniel sacó del congelador los helados que había traído el día anterior. Respiró hondo y tras mirarlos, los dejó fuera, sobre la encimera.

- ¿Te apetece si vemos una peli?

Ella reparó en seguida en los helados y sonrió algo más amplio. Cogió el que sabía que era el suyo y fue hasta el salón tras darle un beso en la mejilla a su novio. Se tiró en el sofá y puso una película cualquiera, empezando a comer sin descanso. Daniel iba más lento y cuando ella casi había terminado, él aún estaba por la mitad. En cierto punto, Sara notó cómo había algo en el fondo de su tarrina, camuflado con el color del helado. No lo podía partir, así que, lo sacó con la cuchara cuidadosamente. Era una pequeña bolsita de plástico y dentro parecía esconder algo.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora