Capítulo 2.

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Tras las palabras de Sara, Helena notó claramente cómo su cabreo había aumentado más de lo que esperaba, pero no fue realmente consciente hasta que se escuchó decir las siguientes palabras, que casualmente eran sus pensamientos más descarados y sinceros:

— No sé que estás planeando en esa manipuladora cabeza tuya, pero Carlos no va a caer en tus estúpidos trucos y yo menos.

El tono en que postró aquello dejó claro tanto a Rodrigo como a Sara lo poco contenta que estaba con la situación y no solo eso, sino que su cabreo era de armas tomar. Algo que en contadas ocasiones la gente podía ver en la rubia. Él se quedó petrificado, al igual que su amiga, pero a pesar de eso, no perdió la sonrisa, pues quería dejar claro que nadie le arruinaría aquel día, que en ese momento veía tan perfecto.

Y por el contrario, Helena parecía convencida de querer borrar su estúpida sonrisa para siempre.

— Él lo ha pasado demasiado mal como para que vengas a estropearlo todo. —En ese momento, Rodrigo soltó una risa entre divertida e irónica. Y automáticamente, las palabras de la chica se detuvieron.— ¿Qué? —Replicó molesta.

— Nada, nada. —Dijo él observándola aún con mucha diversión, pero el rostro de ella seguía mostrando la cara de pocos amigos. Así que, él se encogió de hombros.— Me hace gracia que creas que Carlos está progresando cuando sigue contigo.

La sorpresa fue enorme para ella, y eso pudo verlo sin tapujos hasta él mismo. Acababa de dejarla sin palabras, porque desde luego, eso no se lo esperaba. Ni siquiera Sara, que poco a poco, entendía cómo la tormenta se avecinaba y estallaría en cualquier momento. Pero en ese momento, no tuvo tiempo de cortarla, porque había llegado sin previo aviso.

— ¿Tú de qué vas? —Le espetó ella, contrariada, cuando por fin, encontró palabras para expresarse.

— Está claro que él no va a avanzar si no deja al motivo de todos y cada uno de sus problemas. Helena, te creía más lista.

— Serás... —Gritó ella, cabreada, a punto de echarse sobre su cuello para estrangularle, pero Sara la interceptó rápidamente y negó.

— ¡Fuera! ¡Ahora! —Replicó y fue rápidamente hasta Helena, de la que tiró del brazo en dirección a la puerta. Sara abrió la puerta y en seguida, miró a Rodrigo.— Tú también. Fuera.

El bufido de molestia de Rodrigo estuvo presente por toda la sala, pero desde luego, nadie pareció escucharlo, aparte de Sara. Ella hizo caso omiso y una vez que él salió, ella cerró la puerta con fuerza, dejándoles fuera.

Y fuera, llovía. Cada gota empapaba más y más a una Helena entre cabreada y confusa, y a un Rodrigo que no sabe muy bien porqué también le han echado con tanta rapidez, cuando no estaba haciendo nada malo, más que decir las verdades, por mucho que Helena no pareciera verlo. Y es que, no hay nada más cierto que el hecho de que no se puede avanzar cuando te estancas en algo o alguien, como ella había hecho en Carlos y él en ella. Pero eso no pasaba aún por la mente de ella, pues solo veía la ofensa de aquel chico que tenía a su lado y al cual, aún quería estrangular.

— Esto ha sido culpa tuya. —Volvió a insistir ella con el cabreo latente.

— Te sienta fatal que te digan las jodidas verdades, ¿eh? —Contestó él con una sonrisa tranquila y dejó la mirada perdida en el suelo, que estaba completamente empapado. Lanzó y profundo suspiro y dio unos cuantos pasos antes de ser parado por ella de nuevo.— Acéptalo, Helena, tú eres el mayor problema que él tendrá nunca. No yo.

— ¿Y ahora vas de víctima? —Bufó.— Eso era lo último que te faltaba para demostrarme lo gilipollas que eres en realidad.

— Yo no voy de nada. —Volvió a encogerse de hombros y la miró más detenidamente, parándose en mitad de la calle.— Solo te intento abrir los ojos. Porque si de verdad le quisieras, te apartarías para que pudiera olvidar, pero eres una egoísta. Él no te necesita para superar esto.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora