Decirlo es más fácil que hacerlo. O eso es lo que pienso mientras Harris y mi padre me encaminan hacia las afueras del bosque en un pequeño carruaje azul. Apenas si he podido despedirme de Katya, y cuando lo he hecho, no he podido darle muchos detalles. Sólo que me voy, por un tiempo. Que volveré pronto. Y que cuando vuelva, todo será distinto. Eso es lo que le dije.
Quizás mi padre pueda permitirle hacer algo más. Quizás podamos buscar otra opción para ella... sacudo el rostro, alejo los pensamientos. Debo concentrarme en mi misión.
Lo único que llevo es mi vestido de seda marrón, mi capa negra, y mi cuchillo. Voy sentada en el carruaje con Harris y mi padre mientras me van haciendo preguntas, como si temiesen que no fuera capaz de recordar los detalles. Al lado de nosotros, un guardia real sostiene su espada con esmero. No dice una palabra. Va concentrado en lo que sea que esconden sus manos.
— Recuerda, ¿cuál es tu nombre ahora?— pregunta Harris. Yo asiento.
— Eleanor. Eleanor Sunclair.
— ¿Qué es lo que buscas?
— Destruir la monarquía.
— ¿De dónde vienes?
— Del castillo. Soy una prisionera.
Esa es la mentira de la que los debo convencer. Debo decir también que he escuchado que en Isla Lunar se ha infiltrado un mundano, pero que lo han acabado tan pronto ha entrado, a pesar de que la realidad es distinta. Sí, el mundano ha logrado entrar, pero también ha logrado pasar desapercibido durante unos cuantos días. Y luego, sí que lo han asesinado.
— Recuerda que los creadores del caos son puros mundanos— dice mi padre, casi con asco. Puedo notar la manera en la que Harris agacha el rostro cuando el rey expresa su odio hacia las personas sin poderes:— Así que debes fingir que no tienes poderes, o ese grupo de desquiciados intentará asesinarte.
Yo asiento.
— Si les dices que el mundano de Isla Lunar fue asesinado, entonces será un problema menos— habla Harris,— no volverán a atreverse a entrar allí. Y el rey Baltasar te considerará un héroe mucho antes de que vuelvas a casa siquiera. Lo único que quieren en Isla Lunar es mantener a los mundanos alejados.
— ¡Eso deberíamos hacer nosotros!— masculla mi padre, chasqueando la lengua. Harris y yo le echamos un rápido vistazo al guardia que está a nuestro lado y luego volvemos a observar a mi padre:— Malditos inútiles, hijos de puta. No sirven para nada y encima tenemos que alimentarlos...
— Entendido— asiento para Harris, haciendo caso omiso a los comentarios de mi padre. Harris le lanza una mirada rápida al rey antes de volver a mí.
— Y recuerda que, cada dos martes, nos encontraremos a las afueras del bosque Aurora. Si el Auróscalo canta, es porque estamos allí. Si el Auróscalo no canta, no te arriesgues. Si un día no llegas, esperaremos a la próxima reunión. Si después de tres reuniones no llegas...
Se queda en silencio. Mi padre también. Nadie quiere decir lo que todos están pensando; si después de tres reuniones no aparezco, es porque probablemente estoy muerta.
— Pero eso no sucederá— asegura mi padre, mirando hacia afuera del carruaje, sacudiendo una mano en el aire para restarle importancia a lo que estoy a punto de hacer—, saldrás viva de esto, Emery. Ya lo verás. No vamos a permitir que te ocurra nada.
Esbozo una pequeña sonrisa. Quiero creerle a mi padre. Por primera vez en mi vida, quiero creer que lo que está diciendo es verdad.
— Te dejaremos aquí— dice mi padre de pronto cuando el carruaje se detiene. Estamos a las afueras del bosque, lo suficientemente lejos para que nadie pueda vernos desde entre medio de los árboles gigantes y los riachuelos.
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LOS CREADORES DEL CAOS
FantasíaEmery ama los secretos. Ama espiar a hurtadillas a su padre, adora escuchar las conversaciones que su hermano tiene con Katya, y sueña despierta con aquel lugar en el bosque de Aurora que nadie parece conocer. Emery ama los secretos. De hecho, los a...