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— ¿Qué te ocurrió en el rostro?— la voz de Alaric resuena en las paredes de mi habitación. Levanto la vista de mi cuchillo y le regalo una pequeña sonrisa de bienvenida. No veía a Alaric hace... joder, ya ni lo recuerdo. 

— Fiora ha estado intentando pillarme desprevenida estos últimos días para golpearme— le explico.—Me estaba volviendo realmente buena en prevenir su llegada, pero nunca creí que me sorprendería en la enfermería con Juniper justo cuando estaba ayudándola a curar a alguien con Luminaria Celeste. 

Al final, apenas logramos curar a la persona, y Fiora terminó por darme un puñetazo que me partió el puñetero labio en dos. Todos estos días había estado dándome golpes en el estómago, en la espalda, e incluso hubo un día en el que me sorprendió tras una de las casas de la aldea a la que Juniper me envió a dejar medicinas. Salió de adentro y me empujó al suelo con tanta fuerza que temí que probablemente me moriría. Afortunadamente, eso no sucedió.

Lo que sí sucedió fue que ahora me golpeó en el rostro. Y no solo eso, hizo que mi labio se partiera en dos casi por completo. Juniper se ofreció a curarme, pero le dije que estaba bien. Que no dolía tanto. Y sin embargo, cuando llegué a casa hace unos segundos, me di cuenta de lo mal que se veía.

— ¿Por qué estás buscando que te golpeen?— deja salir un suspiro pesado de cansancio cuando se sienta en la cama, sus manos buscan la comodidad de las mantas cuando sus dedos se entierran en ellas, como si necesitara relajar los músculos de sus extremidades en algo suave.

—  No es que esté buscando que me golpeen—  le explico, dejando caer mi cuerpo justo a su lado.— Sólo estoy intentando ser más fuerte. Estar preparada para la próxima vez que...— me detengo. Alaric ni siquiera estaba allí, pero, por la expresión en su rostro, puedo ver que ya sabe de lo que estoy hablando. 

Me pongo de pie para caminar hacia la ventana, de pronto mis pulmones buscando un poco de oxígeno, y Alaric no hace más que imitar la acción de mi cuerpo y caminar detrás de mí, manteniéndose siempre a un metro lejos. La brisa ingresa por los ventanales, pero el cielo está nublado. Aún así, la montaña se ve hermosa y majestuosa desde donde estamos. 

— Me contaron lo que ocurrió— su voz sale medianamente entrecortada, sus latidos de pronto volviéndose erráticos. Lo observo confundida durante unos cuantos segundos, pero puedo notar que Alaric sonríe. O al menos, lo intenta; un pequeño hoyuelo se apodera de su mejilla derecha cuando sus ojos se separan del suelo para atrapar los míos con suavidad.— Vincent puede ser aterrador.

— ¿Aterrador?— no puedo evitar que mi risa burlona llene el ambiente.— Estuve muerta durante tres segundos. 

Creo que puedo percibir el momento exacto en el que Alaric intenta mantener su sonrisa firme, sus pies clavados en el suelo como si moverlos fuera a hacer que su expresión cambiase. Sus brazos se cruzan frente a su pecho. De pronto, no parece ni siquiera saber dónde dejarlos. 

Me examina durante unos cuantos segundos, y luego, lleva su mano envuelta en un puño hacia su boca para toser en ella, como si el mero hecho de aclararse la garganta no fuera suficiente para quitarse de encima un peso invisible que le incomoda lo suficiente como para que le cueste un poco sostenerme la mirada durante muchos segundos.

— ¿Estás bien?— pregunta después de unos segundos. Yo frunzo el entrecejo, pero él se apresura a añadir:— Después de lo de Vincent, quiero decir. 

— Si, creo que sí. He logrado dejar de soñar con su rostro.— bueno, en parte. Sigo soñando con la cantidad de muertos que yacía en aquel piso de cemento.

Los pasos de Alaric hacen eco en la habitación cuando se acerca unos cuantos centímetros en mi dirección.— Entonces, ¿estás dejando que Fiora te golpee solamente porque te traumatizó lo que ocurrió allí?

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora