— Ponte esto— Jace Conner lanza una capa marrón encima de la cama antes de que siquiera tenga tiempo de levantarme de ella. Los rayos de sol han conseguido calentar la habitación por completo. El aroma de los árboles frutales se huele a kilómetros desde donde estoy.
Dejo el libro que estaba leyendo a un lado y atrapo la mirada de Jace.
Él y yo hemos evitado hablar de lo que sucedió la última vez que estuvimos juntos, en el pasillo afuera de su habitación. Supongo que, de la misma manera, hemos intentado evitar hablar en general. Ni yo le he dirigido mucho la mirada, ni él a mí. Ambos somos más que conscientes de que no hay tiempo para besarnos ni pensar en el otro de esa manera cuando hay una verdadera guerra armándose al exterior de Divinity; una guerra que ya ni siquiera estamos seguros si podemos mantener fuera de la aldea.
— ¿Para qué?— pregunto, aunque no rechisto cuando cubro mi vestido con ella y dejo que la capa cubra parte de mi rostro.
— Quiero mostrarte algo— esboza una de esas pequeñas sonrisas torcidas por las que tantas veces he suspirado.
Podría decir que el corazón no me late casi a la altura del estómago, pero estaría mintiendo. Por más que quiera pensar en Jace Conner como un fastidio andante que detesto, no puedo evitar hacer otra cosa que sentir emoción cada vez que me habla, como si el hecho de que se fijase en mí fuera un privilegio.
Lo sigo escaleras abajo en silencio. Sus movimientos son rápidos y apresurados. Por primera vez en muchas semanas, tenemos tiempo para hacer algo. Habíamos estado tan preocupados de reconstruir la ciudad que ni siquiera había hecho nada que no sea recoger escombros.
Ahora, la mayoría de las casas están listas, Juniper ha descansado, Fiora ha logrado ayudar sin agotar todo su poder, y el ejército de Nain está completamente recuperado (bueno, lo que queda de él).
Supongo que esa es la razón por la que Jace propone hacer algo, aunque no sé qué es realmente lo que quiere mostrarme de Divinity que no haya visto ya. Prácticamente he merodeado esta aldea completa, de pies a cabeza, de izquierda a derecha, de ida y venida.
— ¿A dónde vamos?— inquiero. Él chasquea la lengua con diversión.
— Deja la curiosidad de lado un rato.
Pero no puedo. La curiosidad está en mi naturaleza, y por eso los cielos me bendijeron con un poder con el que puedo escuchar conversaciones incluso cuando estoy a kilómetros. Insisto a Jace una y otra vez para que me diga a donde vamos hasta que llegamos al mismo lugar que fuimos la última vez que salimos de Divinity.
La misma anciana de cabellos blancos está allí, esperándonos, y sé de inmediato lo que va a suceder incluso antes de que Jace me lo haga saber.
— ¿Es necesario que tenga que salir de aquí inconsciente?— pregunto, frustrada. Jace sólo ríe cuando la mujer deja su mano en mí cabeza y me quedo sumida en un sueño profundo.
A diferencia de la vez pasada, esta vez, cuando despierto, estoy en los brazos de Jace, quien me está acarreando a lo largo del bosque como si esperar a que despertase hubiera sido nada más que un desperdicio de tiempo. Levanto la vista hacia él, y en ese breve instante en el que todavía no logro recuperarme de lo inconsciente que he estado, esbozo una pequeña sonrisa al encontrar sus ojos.
Jace sonríe de vuelta, casi divertido. Cuando caigo en la cuenta de que probablemente parezco una estúpida, me muevo en sus brazos para que me suelte.
— ¡Puedo caminar por mí misma!— le aseguro, y él me baja con delicadeza, de pronto mi cuerpo abandonando esos brazos grandes y fuertes y esas manos firmes que harían de todo con tal de no dejarme caer.

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LOS CREADORES DEL CAOS
FantasyEmery ama los secretos. Ama espiar a hurtadillas a su padre, adora escuchar las conversaciones que su hermano tiene con Katya, y sueña despierta con aquel lugar en el bosque de Aurora que nadie parece conocer. Emery ama los secretos. De hecho, los a...