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Cierro los ojos cuando otro golpe estalla contra mi espalda. Maldigo. Aprieto los dientes. Me retuerzo de dolor. Pero lo que no hago es gritar. Ni llorar. Nada que le haga disfrutar aún más del espectáculo.

Intento pensar en cualquier cosa que haya en la habitación. El adorno de la pared que mi madre dejó allí antes de morir, el mármol en el suelo que da sensación de riqueza, los enormes ventanales del castillo, el frío, la humedad, la sangre que está comenzando a caer de mi nariz. Aprieto más los ojos, todo lo que soy capaz.

Otro golpe. Otro golpe. Otro golpe. Otro golpe. Los golpes no dejan de llegar. Una, otra, y otra vez. Mi espalda llena de cicatrices pide a gritos que se detenga, pero sé que no lo hará, porque no le gustó la manera en la que hablé en la mesa cuando Harris y el señor Humphrey daban su opinión...¿o fue porque dejé que alguien me vea fuera del castillo? O quizás fue porque comí aquel pedazo de bistec sin coger tenedor ni cuchillo... Mierda, ya no lo recuerdo. Lo único que sé es que está enfadado. Muy enfadado. Bueno...siempre está enfadado. Aunque ahora está muy enfadado.

Bueno, siempre está muy enfadado.

Eso— me digo a mí misma— sigue divagando. Divaga. Piensa en otra cosa. Elucubra sobre qué estará haciendo Katya en este momento.

Y entonces, los recuerdos llegan. Yo de puntillas detrás del árbol. Katya y Harris se besan. La mano de Harris recorriendo el busto de mi amiga. El grito ahogado en mi garganta, la manera en la que la situación siguió desarrollándose hasta que finalmente... Joder, no debería pensar en eso tampoco. Es la privacidad de ellos. Debería haberlo respetado, pero por alguna razón morbosa y desquiciada, me quedé. Los observé detrás de aquel árbol como una vouyerista, y después reviví el momento en mi habitación una y otra vez.

No lo hice con intenciones ocultas, no. Para ser honesta, fue un poco chocante ver a mi hermano dentro de mi amiga. Por no decir que si mi padre se enterase...Uy, no quiero ni saberlo. Aunque me gustaría saberlo. Lo vería poder detrás de la puerta, a hurtadillas, o escuchando por entre medio del pequeño hueco del salón. Y entonces mi padre se enfadaría y le diría algo a Harris que haría que no vuelva al castillo en una semana. Como aquella vez en la que mi padre se enteró que mi hermano fue a una reunión de los creadores del caos cerca de la Catedral. Si, si. Lo escuché todo por detrás de la puerta. Mi padre estaba furioso, y...

Se detienen. Los golpes se detienen de pronto. Lo único que puedo escuchar es el jadeo de mi padre, cansado por la paliza que me ha dado. Luego dice algo así como que para la próxima será peor, y entonces, oscuridad. Todo se vuelve negro. Muy negro. Muy oscuro. Muy, muy silencioso...

Cuando vuelvo a abrir los ojos, siento el sudor empapando mi cuero cabelludo, haciendo que mis cabellos se peguen a mi frente. Mi cuerpo está húmedo. Las sábanas de seda verde claro que están debajo de mí dejan un círculo verde un poco más oscuro, absorbiendo toda la transpiración que emana de mi cuerpo.

Mis ojos bajan lentamente hasta donde se encuentra el paño húmedo que cubre mi estómago. Intento acomodarme, apoyando los codos encima del colchón, pero una voz dulce y melodiosa me lo impide.

— Sh... quédate allí, donde estás— habla Katya, humedeciendo otro paño para posteriormente ponerlo encima de mi frente.— Si te mueves, será peor.

Así que le hago caso, como a todos en mi vida. Me quedo allí, acostada, observando el alto techo de mi habitación. Veo el mármol, las decoraciones pintadas, tatuadas en aquellas paredes como si bien fueran una segunda piel. Los pajaritos que descansan en la ventana. Siempre hay animales cerca cuando Katya está aquí.

Observo hacia afuera. Los ventanales están abiertos, los enormes pilares esconden las cortinas que vuelvan hacia afuera, ondeando una y otra vez, meciéndose al ritmo del viento. Está oscuro, pero aún así veo luces, pequeñas, diminutas, como luciérnagas que aparecen y desaparecen en el lejano bosque.

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora