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— ¿Nuestro padre no quiere verme?— pregunto en un susurro.

Katya se ha ido a fingir que no está en mi habitación durante un rato, así que me he quedado con Harris, a solas, mirando afuera por la ventana, disfrutando del silencio y la compañía del otro.

Mi hermano no ha cambiado en nada estos meses, aunque sé que puede decir que no ve lo mismo en mí. A diferencia de cuando llegué, mi rostro está más relleno. Mis brazos y mis piernas están más fuertes, y no todas mis cicatrices son visibles. 

Antes sí que lo eran.

— Nuestro padre se enterará de tu llegada cuando tú lo decidas.— responde. No tengo que ser demasiado inteligente para darme cuenta de que él ya ha arreglado todo. 

Así es Harris. Siempre me ha cuidado, sin importar quien soy. Sin importar qué soy.

— Gracias— digo en un pequeño susurro que ni siquiera sé si escuchó. 

De alguna manera, estar allí con él se siente como si, de alguna manera, haber abandonado Divinity no fuera del todo terrible. Harris es una persona por la que vela la pena quedarse en el castillo. Katya también lo es. Y sin embargo, cuánto desearía que las cosas fueran diferentes.

No sé cuanto rato nos quedamos en silencio, mirando al sol ponerse en el horizonte. 

Es Harris quien rompe el silencio.

— Creímos que estabas muerta— intenta que su voz no se corte cuando deja salir aquellas palabras, pero lo hacen. Yo me giro para observarle durante unos segundos, pero él no me mira a mí. 

Puedo ver el toque vidrioso que acompaña sus pupilas.— Joder, Emery.

Se siente tan raro ser llamada por mi nombre real. Me había acostumbrado a la falsedad del otro, y sin embargo, se sentía tan real. 

Eleanor

Pero sé que ya no soy ella. Dejé de ser Eleanor en el momento en el que mis pies abandonaron la isla fantasma. 

— No se podía salir— le explico, y no sé si estoy haciendo bien en dejar salir aquella confesión de la boca. Sé que fui a Divinity a traicionar a los creadores del caos, pero ahora que vuelvo al reino Winter, se siente como si cada cosa que dijera pudiera perjudicar a mis amigos.— Era un lugar del que no podía salir.

Harris me observa por fin, curioso. Levanta una ceja en mi dirección.— ¿Cómo dices? ¿Como una cárcel?

Suelto una risa carente de humor por lo bajo. 

— Algo así.— es toda respuesta que doy. Él parece satisfecho, y si no lo está, no lo demuestra. 

Me pregunto si debería contarle sobre nuestra madre, sobre lo que me dijo, sobre la catalizadora y el cambiaformas. Después de todo, Harris también es su hijo. Él merece saber.

Decido que es mejor no hacerlo ahora. Tendremos muchas oportunidades para hablar del tema, pero hoy no será una de ellas. 

— ¿Te gustó?— pregunta. Una pregunta genuina. No hay segundas intenciones en ella, ni ira escondida. 

Se siente raro estar hablando del tema. Se siente raro estar compartiendo esta conversación con mi hermano después de lo que él sabe.

Él estuvo ese día con mi padre. Él vio como el guardia casi me asesina, y fue testigo de que apenas me podía mantener en pie. Creyó que estaba muerta, y sin embargo, aquí estamos. Ambos. Hablando. Charlando. 

No sé cómo contestar. No quiero decirle la verdad, porque se siente demasiado íntimo. Una intimidad que no estoy lista para compartir con mi hermano todavía.

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora