39.

12 4 1
                                    

Lo primero que veo cuando despierto es el rostro de Caleb, observándome como si hubiera sabido que despertaría justo en ese preciso momento, su sonrisa ensanchándose a medida que mis ojos comienzan a acostumbrarse a la luz.

Me acomodo un poco en la cama. No estoy en la enfermería, sino en mi habitación. Parece que últimamente se me da bien despertar después de no recordar nada, a pesar de que tengo en la retina la imagen de Jace sacándole el corazón a aquel hombre.

— Tenemos que dejar de encontrarnos así— bromea, acercándose a mí para levantar las manos en el aire como si estuviera pidiendo permiso para tocarme. Yo asiento. Permiso concebido. Después de todo, parece ser como si este hombre viniera sólo a salvarme la vida cada vez que lo veo. 

Caleb palpa mi estómago una, dos, tres veces antes de asentir para sus adentros.— Parece ser que estás bien. 

— ¿Luminaria celeste?— intento adivinar. Él se encoge de hombros.

— Un poco de esto. Un poco de aquello.

No sé qué se supone que significa eso, y a estas alturas tampoco me interesa. No cuando mi cabeza da vueltas y vueltas por el dolor y no parezco hacerme la idea aún de lo que ha ocurrido.

Miro por la ventana. Está de día, pero se nota que apenas ha amanecido hace unas pocas horas. Deduzco que debe ser muy temprano en la mañana, y por el silencio que reina este hogar, deduzco que no hay nadie más en la casa principal además de Caleb y yo.

— ¿Te han pedido que me cuides?— pregunto, acomodándome en la cama. Caleb suelta una risotada.

— ¿Estás loca? Jace me apuñalaría si supiera que estoy a solas contigo. 

Suelto una risa. De alguna manera, me lo creo viniendo de Jace.

Me imagino qué habrá sucedido entre él y su hermano para que se odien de esa manera. Está claro que fue algo feo, y sin embargo, anoche, cuando la desesperación parecía hacer eco en la expresión del líder de Divinity, el primer nombre en el que pensó para pedir ayuda fue el de su hermano. 

¿Qué es lo que puede hacer que necesites tanto a una persona que al mismo tiempo pareces despreciar?

Examino a Caleb, y cuando lo veo a los ojos, me doy cuenta de que parece un buen tipo. Su expresión es suave, sus movimientos son delicados, y parece siempre estar a punto de hacer una broma que no termina por salir de su boca. 

— ¿Dónde está el resto?— pregunto. Me siento en el borde de la cama y dejo caer una mano en mi estómago, por inercia. La herida ya no está, al igual que el resto de las heridas que me hicieron los Áureos, pero el dolor sigue ahí, palpitándome en cada zona derrotada como un recordatorio de lo mucho que fallé anoche.

Caleb se pone de pie y me pasa una capa negra para que me ponga encima. Ha pesar de que han limpiado la sangre de mis heridas, sigo con aquella bata de dormir blanca encima llena de sangre. 

— Hay algunos intentando apagar lo poco que queda de incendio, otros agrupando familias en casas distintas, y la mayoría están en enfermería. Yo me he escapado un rato para asegurarme de que nadie te asesine en mi ausencia.

Suelto una pequeña risita. Si no fuera porque soy el salvavidas, casi me sentiría halagada de que todos se empeñasen tanto en mantenerme con vida. 

Me amarro la capa alrededor del cuerpo. Debería tomar un baño y quitarme toda aquella sangre del cuerpo, pero no podría quedarme aquí a disfrutar el agua mientras todos afuera están intentando volver a levantar esta aldea después del caos. 

— ¿Cómo es que accediste venir?— pregunto, tambaleándome un poco cuando intento dar unos pasos en dirección a la puerta de salida.— La última vez que te vi, creí que no te volvería a ver jamás. 

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora