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— ¿Necesitas un vestido para esta noche?— Penny se acerca a mí. Ni siquiera la vi llegar a la enfermería. 

He estado los últimos días quedándome en la enfermería con Juniper, evitando hacer preguntas, evitando decir nada. Después de todo, todo el mundo aquí parece ser un bocón. Además, he estado intentando evitar a toda costa a Jace. Eso quiere decir que ni siquiera me he dado el tiempo de preguntarle por mi cuchillo. 

Las únicas personas con las que he hablado son Nain y Juniper, que son los únicos que parecen estar de mi lado. Bueno, y Alaric en su vano intento por ayudarme, aunque después de aquella noche no lo volví a ver. Al parecer, es recurrente que aparezca y desaparezca. Juniper dice que es porque está allí afuera consiguiendo información sobre la monarquía, o cualquier cosa que nos pueda ser útil, pero yo creo que también disfruta un poco de la libertad de entrar y salir cuando le dé la gana. 

Miro a Penny con desdén. No se me olvida que gracias a ella casi caigo en mis propias mentiras. 

— ¿Debería necesitarlo?

Ella se sienta en la camilla, sus piernas desnudas balanceándose por debajo de ella, su vestido ondeando con cada movimiento.

— Hoy es la ceremonia de las luciérnagas. Me imaginé que quizás te interesaría asistir— comenta despreocupada, pasando una mano por los mechones de sus cabellos blancos. Juniper entra justo en ese instante sosteniendo una caja repleta de pequeñas velas.

— ¿La ceremonia de las luciérnagas?— relajo la expresión, de pronto sin poder esconder mi curiosidad.— ¿Qué es eso?

— Se hace una vez en el año— me explica Juniper, cogiendo una a una las velas para asegurarse de que estén en perfecto estado.— Las luciérnagas son mensajeras de espíritus y portadoras de buen augurio. Durante el día decoramos la aldea con flores y hierbas aromáticas, y al atardecer encendemos las luces que son apagadas exactamente a las doce de la noche. Esa es la hora en la que las luciérnagas iluminan el cielo casi en su totalidad. Los niños las persiguen con frascos atrapa luces, los adultos beben y bailan, pero todos les damos las gracias por la buena cosecha de este año. 

— ¿Son mensajeras de espíritus, dices?

— Si. Por eso hay tantas. Cada vez más— explica Penny.

— ¿Y qué se supone que deba vestir?

— Todos vestirán de magia.

— ¿De magia?

Juniper y Penny. se observan y sonríen ampliamente. 

— ¡A veces hablan raro y no las entiendo!—me quejo, pero lo único que logro es que ellas estallen en carcajadas ruidosas a las que, después de un rato, decido unirme.

Me paso toda la mañana y gran parte de la tarde ayudando a Juniper con las velas y las luces. Penny se encarga de las flores, y luego llega Nain a ayudarnos con las enredaderas. Una vez que tenemos todo listo, vamos a la terraza, donde el resto de los aldeanos ya han comenzado a depositar sus frascos atrapa luces para los niños y a poner las pequeñas lucecitas colgantes entre medio de los árboles.

Una vez que todo está completamente preparado, Penny y yo nos dirigimos hacia su hogar a buscar uno de los vestidos que me prometió.

— Ya te lo digo— comenta mientras caminamos.— Debo tener al menos una docena de vestidos que nunca he usado. Es que a Fiora le gusta cocer en su tiempo libre, y siempre dice que yo soy su musa.

Cuando llegamos a su habitación, yo dejo caer mi cuerpo encima de una de las sillas y observo al exterior, el enorme ventanal que da la montaña.

— Creo que nunca podría cansarme de esta vista— admito. Ella se gira para rodear la silla y caminar hacia el ventanal, sus dedos rozando el borde del arco, su vestido ondeando con la ligera brisa que hace su camino al interior de la ventana.

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora