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Cinco minutos después de la aparición de las luciérnagas, pienso. Es el tiempo que me tardará en llegar hacia el inicio de la cascada. 

Espero a que Jace se mueva, con la esperanza de que sea él quien haya dejado la nota, pero sigue en el mismo lugar, todos siguen en el mismo lugar, aunque ya no puedo distinguir ningún rostro conocido entre la multitud; ni a Penny, ni Alaric, ni Nain, ni Fiora, ni a Juniper. 

Me separo un poco de Jace, sintiéndome repentinamente agitada. Él intenta dar un paso al frente para cogerme del brazo, pero me suelto de forma repentina.

— Eleanor— la preocupación se filtra en su tono. Yo niego con el rostro de forma rápida.

— Me... necesito ir al baño— digo, esbozando una sonrisa que espero que lo deje tranquilo.— Espérame aquí, ¿si?

No espero a que me diga nada más, simplemente me pongo a correr en dirección a la casa principal por si Jace decide asegurarse de que lo que digo es cierto, y sin embargo, una vez que ya está demasiado oscuro para que cualquiera de ellos me pueda mirar, desvío mi camino hacia el inicio de la cascada, donde me espera la persona que dice ser mi admirador. 

Corro lo más rápido que puedo, un paso tras otro, de pronto sintiéndome tan nerviosa que apenas puedo coordinar bien mis pies. Una sensación de quemazón recorre mi estómago, la bilis sube hasta mi garganta, pero no logro vomitar; ya sea porque los nervios me lo impiden o porque estoy demasiado concentrada en llegar a la cascada, lo único en lo que pienso es en correr.

Es como si se rompiera el hechizo. Caigo en la cuenta de que no soy más que un peón en la misión de mis padres. No soy más que una infiltrada que fue enviada para desarmar este grupo; para desarmar esta aldea.

Divinity existe porque Juniper existe. Sin Juniper, no hay aldea. Sin aldea, no hay creadores del caos— pienso, pero intento apartar aquellos pensamientos de mi mente.  Debe haber alguna manera de hacerlo sin dañar a las personas que me han ayudado...como Juniper. Como Nain. Como. 

No, sacudo el rostro. Mi deber está claro. No puedo encariñarme. Ellos son los culpables. Son ellos, no yo.

Piensa en Katya, me digo. Piensa en Katya, y en Harris, y todo el daño que los creadores del caos han hecho. Piensa en la manera en la que intentaron robar los archivos, en la forma en la que Alaric se infiltró en el castillo tantas veces sin que nadie lo sepa.

Pero luego recuerdo a Alaric, y se ve tan...honesto. Tan familiar. Se ve como alguien a quien yo querría de amigo, pero no puedo ser amiga de nadie. No puedo traicionar a mi familia. No puedo traicionar a mi padre, no cuando ha comenzado a confiar en mí. Ha confiado en mí lo suficiente para encargarme esta misión.

Sé cual es mi deber, pienso. Lo sé y no debo renunciar a él. Y por eso, corro. Corro tan rápido que mis pies se sienten pesados y mis piernas comienzan a doler. Corro tan rápido que en cuestión de minutos me quedo sin aliento, pero no me permito desacelerar el paso. Necesito salir de Divinity. Necesito encontrar la manera de comunicarme con mi padre, con Harris, con Katya. Necesito advertirles de todo lo que sucede aquí.

Un ruido. Me quedo quieta, jadeando, sin poder respirar casi. Agudizo el oído, lo siento cercano. Está cerca de mí, a unos metros, al igual que la cascada. Puedo escuchar la cascada, pero también puedo escuchar otro ruido, cada vez más cerca. Son pisadas, y si agudizo un poco más, me doy cuenta de que no son humanas, no. 

Lo veo emerger de entre medio de los árboles, dos ojos brillantes que me resultan inmediatamente conocidos. Pero, cuando la criatura se mueve un poco más, lo primero en lo que puedo pensar es en que voy a morir. No hay manera en la que esa criatura que mide más que yo pueda dejarme ir con vida. 

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora