15.

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— No.

Esa es la respuesta que me da Jace Conner cuando intento pedirle que me deje ir a entrenar con Nain esta noche. Un rotundo, seco, y tajante no.

— Ni siquiera sé porqué lo intenté—alzo las manos en el aire con frustración.— ¡Eres un dictador!

Jace ladea el rostro, su expresión de serenidad se mantiene a lo largo de mi insulto. Una vez que termino, se levanta de la silla de una de las oficinas de la casa—no me costó mucho encontrarlo— y camina lentamente en mi dirección. 

— Puede que lo sea, pero no es esa la razón.

— ¿Y entonces?

— No estás lista.

Me cruzo de brazos. No debería ofenderme tanto lo que acaba de decir, pero, por alguna razón, lo hace. 

— ¿Disculpa?

Jace se masajea el puente de la nariz con la yema de los dedos y luego me observa cansado.— Sé que creer que estás lista, pero no lo estás. Al menos, no para entrenar con el grupo grande.

— ¿Y pretendes que entrene con las crías?

— Si eso te deja tranquila, sí.

— En serio quieres que me maten, ¿eh?— pregunto sin poder creerlo. Jace me observa como si yo no me enterara de nada. Como si nunca se le hubiera ocurrido lo estúpida que soy hasta ahora. 

— Es, precisamente porque no quiero que te maten, que no dejaré que entrenes con ellos.

— Estoy lista, Jace. Muy lista. 

— Eleanor, no lo tomes a mal, pero eres torpe en la batalla.

— ¿Qué dices?

— No logras coordinar tus pies y manos, no logras descifrar a tu oponente, no logras ni siquiera darte cuenta de lo débil que eres. Tu mejor arma es tu oído, y eso si tienes suerte de poder usarlo en una batalla real. En otras palabras, ojos celestes, se nota a kilómetros que nunca en la vida has estado en una verdadera pelea.

Yo niego con el rostro. No es posible. Soy fuerte. Lo derribé a él, ¿no?

— Te reto.— la determinación en mis ojos parece hacerle reconsiderar todo lo que ha dicho hasta hace unos minutos atrás.— Te reto a una pelea. Ahora. 

— Te aseguro que no quieres darme la razón de esa manera.

— ¿Me tienes miedo?— lo increpo, entrecerrando los ojos con frustración.— ¿O es que te da miedo dañar chicas?

— Ojalá tuvieras una idea sobre lo que estás hablando.

— Entonces deja que te dé la razón, Jace. Lucha conmigo. 

Ya sea porque quiere probar su punto o por mi insistencia, Jace se acerca a mí de golpe para atraparme con una intensidad digna de una lucha cuerpo a cuerpo. En cuestión de segundos, mi cuerpo está acorralando contra la pared, mis manos firmemente sujetas por arriba de mi cabeza, impidiendo que sea capaz de siquiera moverme. 

— ¿Sabes qué, ojos celestes?— pregunta Jace en un susurro, su boca acercándose a mi oído.— Estoy comenzando a pensar que buscas razones para que te toque.

La tensión es palpable. No puedo escapar de sus brazos, no puedo moverme hacia ningún lugar, y lo peor es que él pareciera no estar haciendo ningún esfuerzo. Yo ya comienzo a sudar, pero él se mantiene impasible, sereno.

Lucho con desesperación para tratar de liberarme, pero no tengo éxito. La frustración se refleja en mis ojos, en los de él.

A propósito o no, Jace decide darme un poco de espacio para que pueda defenderme. Afloja sus manos alrededor de mis muñecas. 

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora