Los rayos de sol comienzan a iluminar el campo de batalla cuando me doy cuenta de la magnitud de la guerra que se está librando afuera. A lo lejos, puedo distinguir la figura de Jace Conner, su espada brillando con cada golpe que asesta, con cada guardia que es derribado frente a sus ojos.
Lo veo moverse como si se hubiera preparado toda su vida para eso, la furia y la destreza combinándose para crear al animal y dejar de lado al hombre. No hay remordimientos ni rencor, no arrepentimiento en ninguno de sus movimientos.
Jace Conner está allí para destruir a la corona, y no puedo hacer nada para impedirlo, así como no puedo hacer nada para impedir que los guardias ataquen a mis amigos.
No sirve de nada ahora maquinar y especular sobre todo lo que pude haber hecho mejor, porque es imposible. Hice todo mal. Desaté una guerra en la que probablemente terminaremos todos heridos, incluso si no nos llega ningún golpe.
Cerca de Jace, veo a Nain, presa de una furia desenfrenada que nunca había visto en él, y la escena me parte el corazón y me hace sentir sucia y traidora. Están luchando con el pensamiento de que están defendiendo a una amiga, cuando en realidad, están defendiendo a la persona que quieren destruir.
Somos más en número, pero algo en el ambiente me dice que no será suficiente de momento. Mis ojos se desvían hacia Fiora, quien está manipulando el goo tantas veces por minuto que siento un miedo brutal porque su poder se extinga de pronto y algo pueda pasarle. Crea una daga tras otra, y entierra todas y cada una de ellas en los cuellos de los guardias que intentan atacarla.
Escucho gritos y chillidos, llantos y exclamaciones, así que apago mi poder para poder concentrarme.
Observo a mi mejor amiga, a mi lado, que no puede creer lo que está sucediendo. Mira a los creadores del caos como si no fueran mas que monstruos, y no puedo culparla cuando sé de primera mano que hace meses atrás yo hubiera pensado lo mismo.
— Debemos hacer algo— dice ella a mi lado, aunque está sumida en un total estado de shock, al igual que muchos de los sirvientes que se han adherido a las paredes del castillo para evitar que la furia de la batalla los alcance.
Trago saliva. Veo el nerviosismo en su mirada cuando yo no digo nada. Katya da un paso al frente.— ¿Emery?
— ¿Emery?— pregunta Penny, girándose de golpe hacia donde estamos. Antes de que ninguna de nosotras pueda decir algo, escuchamos cómo algo estalla en la multitud, y luego, silencio absoluto durante algunos segundos.
Ya no hay fuego en la mano de ningún Áureo, ya no hay hielo, ya no hay goo ni hay sombras. Los poderes se han comenzado a extinguir, y sé que no se debe a que los han usado demasiado, sino a...
Mi padre. Recorro el lugar con la mirada intentando encontrar a mi padre, pero no logro divisarlo por ninguna parte. Sin embargo, sé que está allí, y ahora está utilizando su poder para inhabilitar a los creadores del caos.
El hilo negro de Fiora que sale de su mano cae al suelo. Intenta volver a controlarlo, pero no lo logra. Es en ese momento que los guardias amenazan con derribarla y Alaric y Penny corren hacia ella para defenderla.
Mierda, debería estar haciendo lo mismo. Debería estar unida a ellos y no aquí, sintiéndome como una cobarde y una buena para nada. Debería estar defendiendo a mis amigos en vez de estar carcomiéndome la cabeza por no hacerlo.
— ¿Qué está sucediendo, Emery?— me pregunta Katya en una voz temblorosa. Cuando la miro, sé que tengo que tomar una decisión. Sé que debo elegir mi batalla. Debo elegir un bando.
Ha llegado mi momento de elegir, pero creo que había elegido mucho antes de llegar a esta instancia.
— Necesito que me perdones— le digo a Katya, cogiéndola por los hombros. Ella me observa como si su mirada se hubiera apagado por completo. La confusión tiñe sus facciones.— Necesito que...
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LOS CREADORES DEL CAOS
FantasyEmery ama los secretos. Ama espiar a hurtadillas a su padre, adora escuchar las conversaciones que su hermano tiene con Katya, y sueña despierta con aquel lugar en el bosque de Aurora que nadie parece conocer. Emery ama los secretos. De hecho, los a...