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— Sígueme el juego.

El tono de Jace Conner cambia drásticamente. Ya no hay rastros de la seducción ni del ronroneo que me acaba de regalar. Su mandíbula vuelve a tensarse, y puedo incluso notar la manera en la que sus músculos se tensan por debajo de la capa.

Agudizo el oído. No solamente puedo escuchar los latidos desbocados de su corazón, sino que también los pasos acercándose a nosotros. 

Agudizo un poco más. Están a metros de aquí. Son dos. Y traen...

— Hagas lo que hagas— dice él en un pequeño susurro.— No te saques la capucha.

Dicho esto, él coge la parte alta de mi capa para cubrir mi rostro un poco más. Cuando se de la vuelta, nos topamos frente a frente con dos guardias reales, ambos acarrean espadas y cuchillos en sus cinturones. 

Logro identificarlos por el escudo que llevan en sus trajes, sus uniformes característicos del reino, sus miradas y sonrisas arrogantes cuando nos observan. 

Mi corazón ha comenzado a latir con una fuerza brutal, a pesar de que el de Jace se ha calmado considerablemente. Él alza el rostro y mantiene la espalda erguida, a pesar de que su sigue escondido bajo su capa. 

Da un paso al frente para interponerse entre los guardias y yo, pero puedo notar la manera en la que los guardias se inclinan un poco para intentar divisar mi rostro por encima de Jace. No son más altos que él, así que tienen que hacerse de puntillas sobre sus cuerpos.

— Jóvenes— dice uno de ellos, uno de cabello rojo y nariz grande. Intenta sonar intimidante, pero creo que no ha funcionado. Al menos, no con Jace.

— ¿Si?— pregunta él, despreocupado.

 El otro guardia, de cabellos blancos y expresión de pocos amigos, recorre a Jace con la mirada de arriba abajo. 

— Está prohibido merodear por esta parte de la Isla— masculla el pelirrojo.— Está penado con encarcelamiento. 

¿Qué? ¿Penado con encarcelamiento? ¿Cómo es que he vivido toda mi vida en el castillo y nunca había oído hablar de algo similar?

A pesar de mi total mirada de asombro y desconcierto, Jace asiente:— Estamos al tanto.

— ¿Qué hacen aquí?— el hombre de cabellos blancos habla un poco más brusco, un poco más golpeado. Acto seguido, saborea un poco de saliva en la boca, justo antes de escupirla a nuestros pies.

Jace se tensa un poco más. Tengo la sensación de que está a punto de dar un paso al frente y destripar a quien sea que encuentre primero cuando decide no hacerlo. 

— Mi novia y yo queríamos discutir unos asuntos a solas. Estoy seguro de que pueden empatizar con mi situación. 

Ellos sueltan una pequeña risa, a pesar de que no entiendo el porqué. Asienten suavemente. 

— ¿Qué tipo de asuntos?

— Asuntos...extramaritales. 

Una carcajada ruidosa. Mi corazón se encoge. No quiero sentir miedo, porque sé qué es lo que ocurre cuando siento miedo. Y sin embargo, no siento miedo por mí esta vez. Sé que Jace Conner podría asesinar a los guardias de un sólo golpe; lo que no entiendo es porqué no lo está haciendo. 

El pelirrojo le da una pequeña palmadita a Jace en el hombro. Una que a Jace parece no agradarle, pero no dice nada. 

— Señorita—me dice el de cabellos blancos, caminando hacia la izquierda para rodear a Jace y poder llegar hasta mí.— ¿Se encuentra usted bien?

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora