Epílogo

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No puedo creer que Harris no me haya dicho que sabía que yo era la catalizadora. 

Me paseo de un rincón a otro, en una pequeña habitación en una propiedad que mi padre tenía escondida en las alturas de la montaña de Isla Aurora. 

Ya van tres horas que estoy esperando a Harris aquí. Tres horas desde que se fue a hablar con los líderes de los creadores del caos. Tres horas que me dijo que todo estaría bien, y sin embargo, sigo esperando que lo esté.

Me muevo de brazos cruzados, nerviosa.

¿Harris lo sabía? ¿Lo supo siempre?

Tan sólo recordar las miradas de traición de mis amigos hace que los pelos se me pongan de punta. No puedo creer que mi padre esté muerto.

Joder, ¿cómo es que todo se fue al carajo tan rápido? ¿Cómo es que dejé que sucediera todo esto?

Me siento, me levanto, me acerco a la ventana. Jace Conner, Vincent y otros líderes están allí abajo, discutiendo asuntos con mi hermano. Probablemente les está confesado que yo soy la catalizadora. Otro golpe de traición para Jace Conner.

Pensar que hace unos días nos estábamos besando. Ahora, estoy segura de que Jace Conner preferiría morir antes que acercarse a mí.

Me dejo caer en uno de los sofás que están en medio de la habitación. Harris me ha mantenido separada de todo el mundo; me separó de Katya, de los creadores del caos, de cualquier sirviente que pudiera estar aquí para acompañarme. Me dijo que lo mejor sería que me mantuviera aquí, pero no estoy tan segura.

Si tan sólo tuviera la oportunidad de hablar con mis amigos, si tan sólo tuviera la oportunidad de explicarles lo que ha sucedido.

¿Qué les diría, de todas maneras? ¿Que llegué para traicionarlos y terminé quedándome? ¿Qué quería arruinarles la vida, pero luego descubrí que eran mis amigos?

Intento agudizar el oído, pero cada pared de este lugar está completamente insonorizado, casi como si hubiera sido preparado para ser de esa manera. 

En cuestión de minutos, la puerta se abre. El rostro de mi hermano es tranquilo y sereno, y una pequeña sonrisita ha cogido las curvaturas de sus labios. Joder, ni siquiera sé cómo puede sonreír después de lo que ha pasado.

El castillo se ha incendiado por completo, un montón de sirvientes han muerto, los creadores del caos han armado una batalla en las dependencias de su hogar, Katya ha quedado traumatizada de por vida, y él ha matado a nuestro padre. Y, sin embargo, mantiene una sonrisita debajo de esa capa que lleva puesta que podría bien quitársela de un puñetazo.

— Más te vale que tengas una excelente explicación para lo que acaba de suceder, Harris— le exijo, poniéndome de pie de golpe e intentando ocultar el temblor en mi voz.

Mi hermano saca una copa de los cajones de mi padre y comienza a sacudir una mano en el aire, intentando restarle importancia a lo que sea que le esté diciendo. Se bebe el liquido de un sorbo y se gira para mirarme. 

— ¡No seas exagerada!

— ¿Que no sea exagerada?— frunzo el entrecejo.— Pero, ¿tú te escuchas? ¿Te das cuenta de lo que acaba ocurrir en frente de nuestras narices...?

— ¡No grites!— me pide, tomando asiento en el sofá y llevándose los pulgares al cráneo.— ¡No grites, por favor! ¡Estás haciendo que mi cabeza reviente!

Yo me lleno de toda la paciencia que logro reunir antes de coger un enorme respiro que después boto. Cuento hasta tres, lo miro, y luego niego para mis adentros. No puedo concebir la idea de que Harris esté así de tranquilo después de que literalmente acaba de asesinar a nuestro padre a sangre fría.

— ¿Qué querías que hiciera, Eleanor?— masculla.— ¿Que dejara que la guerra continuase? Tú sabes mejor que nadie que mi padre sólo habría ocasionado más drama.

Abro la boca con sorpresa. No puedo evitar pensar en lo cruda de sus palabras, en lo poco que le preocupa. 

Me muerdo el labio intentando no estallar en rabia, pero, al cabo de unos segundos, no puedo evitar que las lágrimas caigan por mis mejillas.

— Tranquilízate— me pide mi hermano, como si fuera lo más fácil y sencillo del mundo.— Ya vas a ver cómo se les va a olvidar.

— Estás demente— le aseguro. Harris chasquea la lengua.

— No estoy demente. Solamente estoy velando por nosotros. Y por Katya.

Me pregunto si sabrá que Katya no es una mundana. Me pregunto qué más sabrá que yo no sé en realidad.

— No sé cómo puedes estar tan tranquilo.— dejo salir un respiro. 

Harris se pone de pie y camina nuevamente hacia la botella de alcohol para volver a llenar su vaso. Una vez listo, se quita la capa de encima y la deja caer en una de las sillas. 

— No estoy tranquilo, Eleanor. Pero la mejor manera de evitar nuestra muerte es hacer que nos necesiten.

Mi corazón se detiene de golpe.

Me levanto, temblorosa, sin poder creer lo que acaba de salir de su boca. Parpadeo unas cuantas veces antes de avanzar un paso hacia él. 

— ¿Qué dijiste?

Él me mira, frunciendo el ceño.

— ¿Qué?

— Dijiste algo— tartamudeo apenas. Harris chasquea la lengua.

— Estás siendo paranoica, Eleanor. Ya te digo yo.

— ¿Por qué sigues llamándome Eleanor?— respiro inquieta, y avanzo otro paso hacia él.— ¿Y qué es lo que tienes allí en el cuello?— intento tocarlo, pero él se cubre de inmediato.

Sin embargo, sé lo que es. Sé lo que está allí. Lo vi hace nada más unas horas atrás, en la batalla. Vi al guardia enterrándole el cuchillo en el cuello a Alaric, y entonces, todo parece cobrar tanto sentido que la habitación comienza a dar vueltas y no soy capaz de mantenerme firme.

La manera en la que me llama Eleanor, el corte...

Haz que te necesiten.

Miro a Harris con la misma expresión que hace unas horas atrás me miraba Jace Conner, y Nain, y el resto de mis amigos. Lo miro y no puedo ni siquiera creer cómo es que fui tan estúpida. 

La manera en la que Alaric siempre me resultó familiar, la forma en la que me recordaba a Harris. 

Nunca estaba, y siempre sabía todo. No le confesó a los creadores del caos quien era yo, no les dijo que en realidad había una princesa en el castillo. Siempre tenía una respuesta para todo, aparecía y desaparecía a su antojo.

Las lágrimas corren por mis mejillas. Siento el peso de ellas en mi cuerpo, en mi mente, en mi alma. No sé quien es la persona que tengo al frente, pero definitivamente no es el Harris que yo conozco. 

Lo entiendo, sin embargo. Ahora lo entiendo. 

La vez en la que entró en mi habitación para intentar cuidarme, para intentar integrarme, para darme valor. En ese momento, creí que era alguien siendo bueno conmigo, pero, todo este tiempo, resulta que era simplemente Harris intentando mantenerme con vida.

Por eso estuvo allí. Por eso me sacó de Divinity antes de que pudiera ocurrir una tragedia.

Trago saliva y observo a mi hermano, a pesar de que puedo comprender que la realización ha llegado a él mucho antes de que yo tenga tiempo de decirlo.

— ¿Qué te pasa?— pregunta confundido. 

No puedo ni siquiera creerlo.

— Eres tú, Harris. Tú eres el cambiaformas.

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora