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No sé en qué momento sucede todo. Sólo sé que Jace ya no está en la habitación. Quien sí está en la habitación es esa enorme bestia que vi en el bosque; aquel animal de pelaje negro y brillante, de dientes afilados. 

Es gigante. Mucho más gigante que un lobo. Y mucho más fuerte, también. Y me quitado el cuchillo de las manos tan rápido que apenas me he dado cuenta de que no he alcanzado a enterrármelo; no del todo. Pero si he penetrado un poco de piel, y cuando agacho el rostro para ver mi pecho, puedo notar que la sangre ha comenzado a salir y manchar el vestido blanco. 

— ¡Eleanor!— exclama Penny, quien parece estar recuperándose de la tortura mental. Se levanta como puede e intenta correr hacia mí, a pesar de que sus pasos son lentos y sus movimientos torpes. De todas maneras, pone una mano en mi pecho para evitar que la sangre siga cayendo, pero yo estoy comenzando a sentirme mareada.— Joder, Eleanor— susurra por lo bajo, y casi puedo divisar la preocupación en el rostro.

¿Está preocupada por mí? ¿O está preocupada de perder a su salvavidas?

Jace, o mejor dicho, el animal en el que se ha convertido, observa a su padre con un odio brutal en el rostro. Vincent retrocede unos cuantos pasos, pero en su rostro puedo notar cierto atisbo de felicidad, casi como si fuera un padre orgulloso observando a su hijo. 

— ¿Así que eso es lo que toma para que te conviertas?— pregunta, cruzándose de brazos para mirarlo unos cuantos centímetros hacia arriba.— ¿Que la cautiva de Winter esté en peligro?

Jace lanza un gruñido en su dirección, mostrando sus dientes afilados y su expresión de ira. Un asesino letal. Una sola mordida de su boca podría acabar contigo en cuestión de segundos. Me pregunto a cuantas personas puede asesinar en esa forma; a cuantas personas ha asesinado. Pienso en el número y decido apartar ese pensamiento de mi mente. Probablemente ni siquiera lo recuerde. Y, probablemente, ni siquiera quiera saber la respuesta. 

— ¡Eleanor..!—dice apenas Nain, también recomponiéndose un poco. A pesar de que el color está volviendo a los rostros de todo el mundo, Fiora sigue allí, tirada en el piso, incapaz de volver a la vida. 

Miro a Nain, luego miro a Penny. Sé que ven pánico en mis ojos; la desesperación. Mis latidos han comenzado a ralentizarse, la vista se me ha comenzado a nublar, y ya ni siquiera puedo sentir mis manos.

Me tambaleo sobre mis propios pasos, mi cuerpo está a punto de caer de espaldas cuando Nain, con la poca fuerza que tiene, me coge por debajo de los brazos para impedir que mi cuerpo caiga al suelo. 

— ¡No, no, no!— grita él, Penny intentando hacer todo lo posible para detener el sangrado.— ¡No te atrevas a morir, joder! ¡No te atrevas, Eleanor! 

El rostro animal de Jace se gira en nuestra dirección en cuanto aquellas palabras salen de la boca del líder de entrenamiento. Cuando su rostro vuelve a posarse en su padre, su gruñido es incluso más fuerte; más lleno de ira, de enojo, de frustración. 

Intento poner atención a lo que sucede a mi alrededor, pero pronto comienzo a sentir mi piel extremadamente extraña. Mi cuerpo se siente inusualmente pesado, casi como si la energía se me estuviera drenando de manera lenta. Los latidos de mi corazón son cada vez más lentos. Muy lentos. Casi imperceptibles. Y hay algo que me duele, pero no sé qué es.

Escucho unos pasos alejándose, caminando hacia la puerta para luego desaparecer en el pasillo. 

— Déjenlos ir— ordena la voz de Vincent cuando se encuentra lejos, pero él ya no está aquí. Frunzo apenas el entrecejo. Intento entender qué es lo que está sucediendo, pero las conversaciones llegan a mí como pequeños fragmentos que apenas logro percibir. 

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora