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Los primeros rayos de sol de la mañana comienzan a aparecer justo en el momento en el que mis pies hacen su camino al interior del castillo. Mi cuerpo tembloroso y mis ojos vidriosos se pasean por el mismo lugar que solía escabullirme; por el mismo lugar que nadie me veía cuando iba al bosque. 

Sin embargo, las cosas parecen haber cambiado. El camino por el cual me escapaba ahora está abarrotado de guardias, y una vez que me ven llegar, sus escudos se alzan en lo alto y sus miradas se encuentran con la mía.

Están listos para atacar, y quizás, con los recuerdos de Isla Aurora, con el ánimo que traigo y con la decepción y el llanto estallando por cada poro de mi cuerpo, podría pelear de vuelta. 

En vez de eso, levanto las manos en el aire, rendida antes de que puedan incluso intentar atacarme. 

— Soy Emery Winter, princesa de Isla Aurora.

Se miran entre ellos, sorprendidos, incrédulos, escépticos. Se dan un largo vistazo y luego, uno de ellos comienza a correr hacia el interior del castillo como si su vida dependiera de eso. El resto se hace a un lado para que yo pueda pasar, y dos de ellos dejan la guardia detrás para escoltarme hacia el castillo.

— Bienvenida de vuelta, su alteza— susurra uno, pero no estoy escuchándolo. No cuando el título ya no me pega nada. No cuando preferiría no tener que ser Emery ahora.

Nos movemos en silencio, el castillo parece vacío una vez que entramos. Mis pasos resuenan por los castillos, cada eco vibrando entre la nostalgia y el recuerdo. Lo primero que hago es pensar en Katya. En Harris. 

Las frías paredes me rodean mientras me muevo. Recuerdo haber abandonado este lugar hace tantos meses, y sin embargo, se siente como si hubiera sido hace nada más unos días. Como si aquella vida que viví en Divinity hubiera sido un susurro apenas.

Me detengo en seco frente a una enorme puerta ornamentada que recuerdo bien. Debería estar camino a mi habitación, pero rechazo la idea de inmediato. Este lugar no se siente como un hogar en absoluto, así que me dispongo a ir donde me guían mis escoltas.

Se mantienen a una distancia respetuosa de mí, pero cuando me giro para observarlos con inquietud, ellos me animan, asintiendo. 

Mis dedos rozan la superficie de la puerta. Siento cada tallado como una conexión con mi pasado que ya no existe. Ese lugar fue mi casa alguna vez, pero ahora se siente como volver a estar en una jaula de la que siempre quise escapar.

Cierro los ojos con fuerza. Recuerdo los labios de Jace Conner sobre los míos, sus manos recorriendo mi espalda, sus dedos en mi cabello.

Debí haberle dicho. Aquella revelación debió haber salido de mi boca, y no de la boca de Alaric. 

— ¿Su Alteza?— pregunta el guardia, su voz suave pero firme. Yo trago saliva. No sé qué es lo que me espera del otro lado, y no estoy segura de si quiero descubrirlo. 

— ¿Emery?— una voz conocida suena a nuestras espaldas, y mi corazón parece volver a latir una vez más.— ¿Emery, eres tú?

Mis ojos se giran y las lágrimas se derraman incluso antes de que mi mirada atrape la suya. Su rostro está marcado por la preocupación y la sorpresa, y una chispa de alivio parece eclipsar su mirada. 

Se ríe como si no pudiera creer lo que está viendo. Mira a los guardias, luego a mí, y luego vuelve a repetir la acción una vez más antes de comenzar a caminar rápida y aturdidamente en mi dirección, intentando convencerse a sí mismo de que es real.

Corro. Corro a sus brazos a pesar de que esa pequeña distancia de unos cuantos metros que nos separa parece ser infinita. Estiro mis extremidades como si sólo así pudiera alcanzarlo un poco más rápido.

LOS CREADORES DEL CAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora